miércoles, 27 de diciembre de 2023

Capítulo 15. No fuí yo quién te visitó

 

     Reflexionaba acerca de algo que me ocurrió, y desde que pasó, no pude dejar de repetir en mi mente estas palabras: “No fui yo quien te visito”. Estaba en mi hogar con la chica que me ayuda a limpiar y teníamos todo revuelto, sillas patas arriba, muebles arrinconados, en fin, todo el escenario típico de quien “limpia a fondo” su casa. Sonó el timbre, y cuando me asomé a la puerta era una persona, a la que decidí un día no invitar más a entrar a mi casa, ¿la razón? Cada vez que lo hacía me dejaba inquieta, no traía paz a mi hogar sino todo lo contrario, y no escuchaba mis exhortaciones acerca de que si lo que iba a decir no era agradable, no edificaba y no construía, no debía decirlo, por lo que decidí no escucharla más y mucho menos recibirla.

     El caso es que después de mucho tiempo, ayer de nuevo  toco a mi puerta, no pretendía dejarla entrar pero utilizo un recurso seductor,  una “llave maestra” manipuló mi corazón diciéndome que se trataba de  una emergencia y no tuve corazón para dejarla afuera, así que le abrí , ella entró, consiguió una silla que no estaba volteada en medio del desorden y se sentó, yo en vista de que no decía cuál era la emergencia seguí haciendo mis labores esperando a que ella hablara, pues ni una cosa ni la otra, de pronto ella rompe el silencio para decirme “Estás como María” refiriéndose al pasaje bíblico:  “Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres... Lucas 10:38-42. Que dicho sea de paso no era María como me llamó ,  la afanada era Marta, pero yo entendí lo que quiso decir, me sentí mal y hasta solté la escoba para escucharla atentamente, pero seguía sin decir nada interesante, yo continué esta vez sí como Marta; Cocinaba, cocía, limpiaba, total que se aburrió de verme limpiar y se fue como vino sin nada edificante que comentar y no había tal emergencia.

     Hoy después de haber pasado un día reflexionando me di cuenta que ni yo estaba como Marta ni era Jesús el que me había visitado, pero ¿A qué viene toda esta exposición? A que no es la primera vez que me pasa, que alguien venga en nombre de Jesús a reclamar mi atención, que alguien se valga de una investidura cristiana para darle credibilidad y peso a sus palabras, entre las muchas veces que me ha pasado, una de las más notables, me pasó también hace muchos años con un pretendiente, cuya carta de presentación era que seguía a Jesús, y hasta una columna en un diario famoso tenia que se llamaba “Las sandalias del pescador” escribía cosas sublimes sobre Jesús y con esa llave maestra intentó atraer mi atención por un tiempo, seducirme, hasta que me di cuenta de quién era realmente, y era el mismo demonio disfrazado de oveja. Las sandalias del pescador.

     Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor... Y entonces les declararé: “Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad.” Mateo 7:21-23. Este, es uno de los textos más duros de la Biblia. Al final Jesús sentenciará a los “hacedores de maldad”. La sentencia más horrible que alguien pueda escuchar es que el propio Señor le diga: “Nunca os conocí…”.

     Tenemos que aprender a reconocer cuando alguien viene a nosotros en el nombre de Jesús, en cualquier ámbito de la vida, como estos personajes que mencioné anteriormente, a estos lobos hay que despojarles del disfraz de oveja, hay que quitarles esa ropa, hay que aprender a identificar y reconocer al impostor:

     Ataviados de piedad: Y en eso consiste su engaño, porque al principio no vemos nada malo. Nos puede seducir la forma de hablar, como cantan, como hablan de Jesús, y hasta la forma cómo nos tratan. Todo esto pudiera ser parte de su ropaje y eso dificulta conocer lo que llevan por dentro. El reto que tenemos por delante es que podamos quitarles a los engañadores la piel de oveja, para que veamos al lobo que está debajo.

     Una falsa espiritualidad: Para entender esto tenemos dos personajes Bíblicos: Caín y Abel ¿Cuál fue la situación de estos dos hermanos? Ambos vinieron al culto. Ambos ofrecieron sus ofrendas. Ambos adoraron. Pero en uno, su ofrecimiento fue solo para aparentar. Presentó el fruto de sus manos, pero no del corazón. Suelo decirles a mis hijos que no se dejen deslumbrar por lo grande, que se fijen en el detalle, ese que siempre se descuida y se deja al descubierto, esas pequeñeces a las que el impostor no le pone el cuidado necesario, pues está pendiente de lo que se ve.

     Jesús era una persona mansa, compasivo, humilde, empático, determinado, valiente, franco, directo… Mateo 11:29.  Me dejé engañar momentáneamente, pero reflexionando me dije, pero si no era Jesús quien me visitó y de paso ni siquiera tiene el carácter de Jesús como para ser un emisario de él, y tampoco traía un mensaje como para hacer como María y sentarme a escucharla, enseguida dejé de sentirme mal pensando que me había portado como Marta. Con el “pretendido pretendiente”, pude quitarle el disfraz de oveja pues lo que escribía no se correspondía con su actuar, trataba muy mal a las personas que por alguna razón le servían, era soberbio... Definitivamente no tenía el carácter de Jesús, todo lo contrario, era demoníaco.

     "Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Mateo 7:15” y es muy cierto esta es otra manera de reconocerlos “por sus frutos” ninguno de los personajes en cuestión tenía frutos, es más, son de esas personas que pasa el tiempo y no aprenden nada, no les ves ningún crecimiento espiritual, algo que resaltar, una mejoría en su carácter, algún camino recorrido que haya florecido. En el renglón de los malos hombres, éstos no pueden producir uvas ni higos. Lo que ellos al final producen son espinos y abrojos. Esto es: mala hierba, cuyo resultado será ser llevados al horno para ser quemado, si te fijas podrás ver esa maleza en lugar de frutos.

     Cuando el Señor se va acercando al final del Sermón del Monte, nos advierte sobre la importancia de estar en guardia para no ser seducidos por los engañadores. Para ello utiliza la figura de los “lobos vestidos de ovejas”. ¿Qué   hacemos cuando al intentar entrar a una casa vemos un letrero que dice “Perro bravo?”. Tendríamos que ser muy despistados para no tomar en cuenta esa advertencia. Pero, ¿Y si en lugar de un perro encuentras un lobo en el patio? ¿Saltarías la cerca para acariciarle la cabeza? ¿Obviarías la advertencia de “ten cuidado” ¿La palabra “guardaos”, que usa el Maestro, equivale a decir: “tenga cuidado”, “sea precavido” con ellos? Ellos vienen con una vestimenta de oveja. La idea es que al vestirse así no despiertan sospecha.  Al vestirse como ovejas logran que con su camuflaje no sean descubiertas sus reales intenciones.

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