Cuando la desesperanza aparece en
la vida hay pocas cosas que te pueden ayudar, la mayoría de las cuales no
logran reanimar el espíritu. Cuando en cuestión de minutos caes en cuenta de
que tu vida, tan llena de nada, cambia de manera abrupta para dejarte en un sin
sentido aparente, ¿a qué puedes recurrir? Al perder el rumbo de la vida, tan
perfectamente organizado y dirigido, por tus intereses personales, por la
imposición de un mundo que nos somete a sus exigencias superficiales, y tener
que enfrentar una realidad que nunca pensaste vivir ni en la peor de tus
pesadillas.
Es la Fe, la confianza plena en
Dios, lo que de verdad te llena y te hace comprender cuál es la verdadera
trascendencia en tu vida y te da esa luz para comprender cuales son las metas
que valen la pena, cuales son los ideales por los que debes vivir y no
desviarte en el camino cómodo de una vida sin compromiso.
Con este testimonio específico me
queda muy claro que la Fe y la oración son los ejes que mueven verdaderamente
nuestras vidas, son éstas quienes se mantienen fielmente a tu lado y son
quienes te reconfortan y te dan las fuerzas necesarias para salir adelante de
la pesadilla que con ninguna otra “ayuda” podrías haber superado.
Sin embargo y para nuestra
fortuna, tanto la fe y esa amistad íntima con Dios, que es la oración, no la
venden en ninguna tienda, solo se consigue con la perseverancia diaria y con el
convencimiento de que es Dios nuestro Señor, el verdadero camino para la
felicidad plena en nuestras vidas. Es necesario dar el sí, un sí lleno de
compromiso para poder descubrir el amor
incondicional que Cristo nos da a todos pero que no todos vemos o no queremos
ver por distintas circunstancias. Un sí que implica constancia y aceptación de
su voluntad, un entregarnos en las manos de nuestro creador y que conlleva a un
“hágase en mi según tu palabra” y actuar en consecuencia, con la confianza que
un hijo le tiene a su padre, sin más cuestionamientos.
Es una lección difícil de olvidar
una vez que lo has vivido, y lo pudiéramos entender sin que nos suceda ningún
percance, nuestras vidas y nuestro mundo serían muy distintos.
Una mañana cualquiera, como
tantas mañanas, mi hija llegó a mi casa, algo de su expresión no me gustó, me
preocupó, temblaba, le pregunté ¿Qué te pasa? Y enseguida me dijo –mamá mira
esto- levantando la blusita de mi nieta de 5 años. Cuando miré su abdomen, buscando “eso” mi vista se tropezó
con una pequeña pelotica, del tamaño de un limón que sobresalía de debajo de su
costilla del lado derecho, subí la vista hacia a mi hija y le dije- esto, no es
bueno, del cuerpo no debe salir nada, vamos a una emergencia-
Ella me contestó, su papá ya está
llegando el nos va a llevar, y se fueron, yo quedé en shock, a veces quisiera
no saber tanto de medicina, y no es que sea médico, pero fui esposa por 17 años
de un médico, y a su muerte me dedique a asesorar tesis de grado, y mi público
era por supuesto del área de salud, intuía que no era nada bueno, no pude
articular palabra para decir “yo voy con ustedes”, me quedé sentada en la silla
hasta que recibí la primera llamada de mi hija, esta vez echa un mar de
lagrimas, el diagnostico tampoco era bueno, y en ese momento comenzó el
viacrucis, exámenes, tomografías, consultas, el preoperatorio, la cirugía de
emergencia, yo sólo observaba a mi pequeña nieta no podía pensar nada, ni bueno
ni malo, estaba creo, aun en shock, de hecho escribo esto hoy a tres años, en
septiembre, no soy cabalística ni nada parecido, pero en mi vida las peores
noticias han ocurrido en este mes, el cáncer de mi esposo lo diagnosticaron un
mes de septiembre, exactamente el día de la tragedia de las torres gemelas,
recuerdo que ese día pensé que el mundo se iba a acabar. Reacción diferente con
mi nieta, siempre tuve la certeza de que nada malo sucedería, o nada terminal,
porque lo malo estaba sucediendo ya.
Mi nieta fue operada, para cuando
le hicieron la cirugía habían transcurrido cuatro días del descubrimiento de
esa pequeña masa en su riñón, que al momento de extraerla había triplicado su
tamaño, monstruosamente como suele suceder. Tumor de Willms fue el diagnostico, aun me cuesta hasta escribirlo, es terrible, crece en niños totalmente sanos, a los 5 años, sin ser invitado se presenta cual intruso a hacer estragos.
Con esa primera cirugía las horas
pasaban como días y el estado de su salud pendía de aparatos y Fe. Después de más
de 4 días en terapia y de vivir pegada a aparatos y atenciones intensivas día y
noche, la bajaron a un cuarto de atención media, ahí comenzó entonces la otra
parte, el dolor postquirúrgico, no
había sido fácil, tuvieron que extraerle un riñón, y el apéndice y por supuesto
sacaron al monstruo, el invasor que pretendía crecer sin control. El médico
llego a referirse a mi nieta como “la niña del milagro”, de ahí fue trasladada
a otro hospital, para comenzar con la quimioterapia, para rematar la faena que
ya había librado el Médico de la mano de Dios por supuesto.
Durante meses la terapia se
convirtió en un calvario rutinario. Avances imperceptibles, dolores, poco ánimo,
sin embargo los frutos lograron que en poco tiempo viniera de nuevo la esperanza a su diezmada salud.
Así pasaron los meses, otro año,
todo iba muy bien hasta un día, en que algo, comenzó de nuevo a sobresalir de
su pequeño y maltratado cuerpecito, otra vez se repitió el mismo escenario,
médicos, exámenes, tomografías y preparación para la segunda cirugía, era el
monstruo de nuevo atacando, esta vez con más fuerza, de mayor dimensión y más
agresivo, de nuevo el quirófano, el dolor, la angustia y el milagro, el médico
logró sacar de nuevo esa enorme masa salvaguardando su frágil vida, y claro es que no
dependía del médico, dependía de ese Dios de Imposibles que nunca nos abandonó.
Luego de la terapia intensiva,
aparatos y tubos que cubrían su rostro, a los días de nuevo a la habitación y
de regreso a las terapias, esta vez con un añadido…radioterapia, y otra
vez quimioterapia, combinadas con los
efectos secundarios, le fallaba la respiración, le bajaban las defensas, en fin…
De nuevo los meses, un año más y
cuando los resultados mostraban una franca mejoría, comienza un dolor intenso
que nos hace correr de nuevo a emergencias, mas exámenes, mas tomografías, mas
consultas, y se llega a la conclusión de que es quirúrgico, todos pensamos de
nuevo en el monstruo, pero gracias a Dios esta vez no se trataba del intruso, se
trataba de bridas o adherencias, sus
intestinos se había pegado unos con otros, según el médico poco frecuente que
esto suceda, pero sucedió, de nuevo a al quirófano, para su tercera cirugía,
esta vez con menos complicaciones, mas
no, con menos dolor y angustia.
Comienza el ciclo de la clínica
al hospital a recibir quimioterapia, con los mismos efectos secundarios, hasta que un día en la consulta, la doctora llamó a mi
hija para decirle que la quimioterapia
ya no tenía ningún sentido en ella, que fuera a casa y que "solo Dios mama" palabras textuales de la doctora, recuerdo
haberle dicho- hija, te dieron una referencia para que la vea otro médico
“Dios” obedece y ve con él, y así hicimos mi hija pasaba los días en total ayuno y oración deseaba escuchar la voz de Dios, no quería equivocarse, y asi sucedió entre opiniones de mas de tres médicos, de los "opinologos" de oficio, la voz de Dios se impuso, mi hija decidió dejarla tranquila en sus manos y no seguir dando tumbos inciertos por médicos, consultas, hospitales, ¿Qué como supo que era Dios quien le recomendó eso? por la paz que sintió, por la paz que aun sentimos y porque afortunadamente del intruso no se supo nada mas. Esta cada día mejor, recuperada, solo el cabello aun no crece totalmente, comenzó de nuevo el colegio que nunca abandonó porque al llegar de la quimio se iba a su colegio un par de horas y mientras
iba y venía a recibir los ciclos de quimio logró culminar sus estudios, siendo promovida al segundo grado.
El desarrollo que quiero hacer de
estos sucesos, van dirigidos a una sola interrogante, ¿ El porqué de un evento tan
dramático?. No es lógico, ni humano, ni justo en toda la extensión de la
palabra, vivir un evento tan traumatizante y no poder sacar conclusiones
concretas para aplicar en tu vida y más injusto si esas conclusiones no las
transmites a otros, es por eso que hoy a tres años de estos eventos decidí
escribir esto, tratando de entender los mensajes que Dios quiso expresar en su
singular y misteriosa pedagogía de vida.
Convencida de que una fuerza sobrenatural
es el orquestador de nuestras acciones y por muy independientes, seguros y
confiados que estemos en nuestras vidas, existen situaciones que por más
preparados que estemos, si no reconocemos la autoridad y magnificencia de Un
Todopoderoso, nos vamos a derrumbar y todas nuestras seguridades y garantías de
bienestar se desmoronarán cayendo en la
vorágine de la desesperanza y frustración del vernos impotentes e incapaces de enfrentar la prueba por nosotros
mismos.
“Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” como Pablo, ese ha sido una de las máximas que ha marcado este camino para mi y para mi hija. Si no llegamos al punto de reconocer nuestra miseria física y entendemos
que por mucho que ahondemos en la ciencia y las seguridades que el Mundo nos
ofrece estaremos completamente vulnerables a los reveses del destino y no
seremos capaces de enfrentar los misterios que nos guarda la vida, no vamos a
poder con su penosa carga. En minutos todo te puede cambiar,
las ideas que pasan por tu mente pueden adoptar una nueva perspectiva
repentinamente.
¡Qué contrastes!, Cómo cambian los horizontes
de un minuto a otro. Hoy tienes todo y mañana no, y solamente con este sentido
grave de temporalidad, de instrumento, de administrador de los bienes recibidos ,pero no dueño, solo así, puedes encontrar respuestas más concretas y validas en
la vida.
Debo puntualizar que la relación
con el Todopoderoso, no es de – me hiciste, ahora te hago -, ni tampoco de
castigo o incluso como algunos lo proponen de fichas de ajedrez donde Dios se
divierte con nosotros en el juego de la vida. La concepción de Dios hacia
nosotros los hombres es de hijos y padres y el denominador común es el AMOR, y
por descabellado que suene, lo de mi nieta fue una muestra infinita de amor, al
reconocer a mi nieta y a mi hija como instrumentos suyo y utilizarlas como parte
de su Plan de Salvación.
¡Que honrada y dichosa me siento ahora que
puedo analizar el evento y decir que Dios las utilizó como a uno de sus hijos
preferidos para mandar un mensaje! Y aquí vuelvo a hacer referencia a lo que
alguien me dijo alguna vez – Dios no manda pruebas que tu no puedas superar – y
hay mucha sabiduría en esta máxima. Dios te da todos los instrumentos para que
la misión que te encomienda la puedas cumplir satisfactoriamente.
Hay que estar atentos a las
gracias que tenemos. Es imprescindible que enumeremos todo lo que Él ha querido
que administremos, salud, ,trabajo, amor, y una vez reconocido agradecer y
trabajar en consecuencia de estos valores para que vayamos descubriendo día a
día nuestra misión en la vida.
A todo esto, le debemos incluir el ingrediente
de temporalidad dirigiéndonos al Cielo con un rezo similar a esto. Sí, Dios
mío, tengo los bienes pero solo mientras Tú quieras que los administre, si en
algún momento decides quitármelos, sabré entender y analizar que otros
elementos tengo para poder cumplir mi propósito en la vida, pero siempre dame la
fuerza para cumplir la misión encomendada.
No creo que estuviera mal lo que
yo hacía con mi familia. El punto que
creo había omitido, al menos yo, era el creerme garante de todo y de todos. Yo
garantizo que todo estará bien, yo garantizo la comida, la ropa limpia, el
cariño…y no, no era así, a pesar de mis presumidas garantías. ¡Zas¡ pasó, ¿ En
qué momento me descuide? ¿Qué hice mal? en ningún momento, no hice nada mal, salvo el creerme la garante de todo, omnipotente. Y es que resulta que definitivamente
nada depende de mí, sino del creador y su perfecta voluntad.
El practicar la humildad en la
vida cotidiana entendiendo que soy afortunada en poder decidir una u otra cosa,
y entender que no dependen de mi los
resultados sino mas bien saberme la administradora.
Cada vez que me refería al
milagro de las cirugías del Dr. Castellanos en mi nieta, y cómo había salvado su
vida en tres oportunidades mi hija me
corregía, “Dios mamá, no el doctor” Finalmente lo resumí en el sentido de
administradores, entendí la indiferencia que le da a Dios a los protagonismos. El Doctor
Castellanos fue el administrador de esa gracia de Dios, el fungió como el actor
de ese milagro cuyo guión fue obviamente de Dios.
La terapia intensa durante incontables meses, años que
tuvo que soportar mi nieta y por ende mi hija, fue una escuela de enseñanza. El dolor, la
incomodidad y el yugo solo lo llevaron ellas, su realidad no se compara con la
de ningún otro, no se mide con la de nadie porque el dolor es como el amor,
exclusivo para cada persona, el dolor está hecho a tu medida y no hay manera de
acallarlo. El dolor no merma enfrentándolo, no cesa llorándole. Es un malestar gradual que pone en juego conceptos como la desesperanza, la frustración, la rebelión, el malhumor, la inquietud, la incomprensión. Este dolor no se calma. Es un proceso que está ahí, que sigue y si no se controla te orilla irremediablemente a la incomprensión de tu realidad y a acciones no siempre buenas.El dolor es una
realidad tan evidente como el amor, tan plena y profunda como el querer a
alguien.
En su larga estancia en el
hospital las rodeaba gente con otras cirugías, otros tumores, otras edades, lesiones
similares a las ella, irremediablemente entras en el juego de la comparación. -
¿Cuánto tiempo llevas?, ¿Qué te paso?, ¿Te ha funcionado la quimio?, ¿Es bueno
este doctor? -, y empiezas a echar culpas a incompetencia médica y a agentes
externos que no puedes controlar.
Pero la situación común que tiene
el dolor físico como el dolor racional es la desesperanza. En el caso orgánico
el mismo cuerpo genera químicos que duermen la reacción al dolor al no ver como
aliviar el malestar, pero en el caso racional tienes que plantearte esperanza o
en su defecto aceptación de la realidad sino caes en la frustración la cual
difícilmente te deja avanzar. Nada tiene comparación con el hecho de
sobrellevar un dolor del alma, una angustia de no entender el futuro, una llaga
supurando al no tener esperanza. El dolor físico es algo puntual, el dolor del
alma es y no es al mismo tiempo. El dolor en el espíritu enajena, te deja
completamente desarmado porque no sabes contra que estas luchando. El dolor de
tu esencia es una derrota anticipada que comienza con el final.
Con estos agravantes que padecían
mi hija y mi nieta, comenzó una experiencia rica y apasionante de nuevos
conceptos, claros y lacerantes como agujas incandescentes que me enseñaron a
entender la vida con otra perspectiva más sabia. Con el dolor a cuestas puedes
ver cuán débil y miserable eres,
entiendes la ficción del bienestar comprendiendo el malestar, viendo que el
sentirse bien es la ausencia de dolor y lo que realmente existe y evidencia tu
realidad es la proporción de dolor en tu vida. Al dolor se le lleva a cuestas y
lo entiendes solo cuando lo puedes elevar, ofrecer como regalo a al
Todopoderoso.El dolor tiene su razón de existir solo si lo ofrecemos, si lo proyectamos al Cielo en compensación de tanta felicidad recibida. El dolor es el lenguaje de Dios.
Lejos de entender el dolor como
algo que te hace menos y del cual no puedes sacar conclusiones sabias en tu
vida. Lejos de hacerlo a un lado y evitarlo a como dé lugar, Mi hija me enseñó que
en el dolor hay respuestas muy profundas a todos los acertijos de la vida y,compensa la balanza tan gravemente decantada por el
bienestar y el placer instantáneo.
La felicidad cuesta, está
compuesta de entrega y dolor y no podemos descomponer el binomio porque el
resultado no sería el mismo. Estamos nerviosos buscando la erradicación del
dolor, de saltarnos ese aderezo y aun así disfrutar la ensalada.
Seguramente sonara ambiguo y
hasta sin sentido muchas de las posturas aquí descritas sin embargo, ver el
dolor de esta manera enriqueció mi vida
y dio un sentido a mis sufrimientos.
Recuerdo que cuando comenzó todo, muchas personas al enterarse de
la condición de mi nieta y enfrentarse al panorama nada promisorio, lejos de
animar a mi hija, se ponían a llorar
desconsolados y en ese momento quien fortalecía y animaba a todos era mi hija. Los
invitaba a que tuvieran Fe y que el resultado pues era lo de menos, la entrega
ya estaba hecha.
La lección aquí es clara,
reconocer nuestra categoría de hijos de Dios y nuestra miseria como promotores
de nuestro destino. Sentir tristeza o congoja es relativo, porque eso es un
estado de ánimo, pero la confianza de que se ha hecho lo correcto, esa tranquilidad,
solo se puede con la Fe. Recuerdo las palabras de mi hija mientras mi nieta
estaba en el quirófano “Señor, tu ya proveíste el cordero” ella estaba segura
que el cordero no sería su hija, yo por mi parte estaba tranquila, sabía que se
haría su voluntad y ese sentimiento nunca me lleno de angustia, sino todo lo
contrario de esperanza. No cabe duda que la práctica hace al maestro, y el
terreno de la Fe y la renuncia es igual de basto como pudiera ser cualquier
otro.
Muchas veces creemos que el
protagonista es el que sufre mas, el que se lleva las lecciones de vida y
absorbe unilateralmente las gracias, sin embargo, en eventos como estos hay
múltiples enseñanzas , recuerdo las palabras del doctor, respondiendo a su ciencia
nos regaló una detallada descripción de lo sucedido en el quirófano. Se tenía
una ruta trazada para abordar el tumor y lo que se hizo fue algo completamente
diferente, no por falta de profesionalismo sino más bien por algo sobrenatural.
Cuenta como sentía que las manos eran dirigidas por Alguien más, que las
instrucciones brotaban en el momento firme y claro, no preconcebido no obstante
adecuado y exitoso. A un hombre deslumbrado por el conocimiento y entregado al
oficio más reconocido de la humanidad percibió un mensaje de Fe y según nos contó luego esto, marcó su vida.
Sabemos que Dios no habla, no se
sienta contigo a tomar un café y charlar de forma interactiva como lo haría
cualquier amigo. Dios escogió un lenguaje infinitamente más rico y pleno, un
idioma que abarca los cinco sentidos a la vez e incorpora un sexto que integra
y armoniza el mensaje. El alma es el recipiente donde bebes el agua que de otra
forma se te cuela por los dedos. Los mensajes de Dios son tan claros como tu
propia existencia. Dios grita en susurros, constantes y repetitivos todos los
instantes de la vida.
Con estas experiencias empiezas entonces a encontrarte sorprendiéndote de lo
grande que eres cuando eres generoso, cuando das lo que más cuesta, cuando vas
más allá, cuando renuncias a ti mismo y te abandonas en Él. Llegas a
capitalizar la importancia única e intransferible de tu misión en la vida.
Uno de los grandes pilares a los
cuales tuve que aferrarme, que me llenaron de luz y esperanza para sobrellevar
esta situación y que Dios puso desde siempre en mi camino, fue la cantidad de
seres queridos que estuvieron a nuestro alrededor. Y ahí es donde me cuestiono
¿Quiénes son los verdaderos millonarios en este Mundo?, definitivamente
aquellos que tienen familia, amigos y que cuando necesitas de ellos están
prestos a demostrarlo.
Otro ejemplo claro fue la gran
solidaridad que se mostró con cadenas de oración, y demás demostraciones de Fe
que existió al rededor de mi nieta en todo el mundo. La solidaridad, el cariño
y la abnegación de mis seres queridos, cuando los problemas nos nublaron el
horizonte y mermaron la esperanza fueron un abrazo fraterno y el canal para
encontrar la luz. Las acciones que no se dijeron pero algún día se descubrieron
y se presentaron más nobles y frescas que en el mismo momento de realizadas, o
simplemente el estar dan una fuerza impresionante que te invita día a día a
salir adelante.
Estas acciones no solo sacan como
fruto vencer el problema inmediato sino que generan otra reacción
importantísima para poder ser consecuente con lo recibido. Esta es la responsabilidad
de decirlo, el compromiso de gritar a los cuatro vientos que tú, que hoy lees
esto, fuiste decisivo en este proceso
que nos tocó vivir y que estamos en deuda moral contigo. Entendí con todo este
proceso el misterio del dolor y la
desesperanza como luz, para encontrar el verdadero camino. La renuncia para
posteriormente encontrar algo más pleno y trascendente, ahondando en el caso
especifico de Carolina mi hija. Tú entorno, la gente que te rodea
como instrumento de apoyo, consuelo y compromiso. Y por ultimo que no somos garantes de nada, no somos los que garantizamos el futuro de nuestros hijos, ni los que les evitamos nada ¿O si? no, claro que no, porque no somos omnipresentes, ni omnipotentes no somos Dios.