miércoles, 27 de diciembre de 2023

Capítulo 16. Justicia Divina , Cómo funciona y cómo cree la gente que funciona.


     Yo tenía una vecina que solía decir: "Yo he de ver la justicia divina" cuando alguien le hacía algo malo, era como una especie de "castigo personal", de "Venganza", con la que ella juzgaba y condenaba. Nunca la escuché decir como buena "cristiana”: "voy a exhortarla a proceder bien, voy a ayudarla a salvarse" por ejemplo. Muchas personas suelen actuar así, y hasta se preguntan ¿Y cuándo es que le va llegar la justicia divina? cuando alguna persona hace algo malo.

     Y es que Dios no actúa como un juez frío y severo, que solo quiere sentenciar a los que actúan mal, todo lo contrario, debemos verlo como ese padre justo, misericordioso, amoroso, y firme cuyo único objetivo es salvarnos.

"No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,

Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados”. Salmos 103:10

     Debemos estar agradecidos de que la justicia divina sea mucho más que dictar sentencias y castigar a los que actúan mal. Dios nos trata así porque su justicia no se basa en la condena, sino en la salvación.

     Dios no está sentado en un trono, en cielo, anotando en una lista negra a los que actúan mal: "Este fue el que agredió a la vecina del 11", "Éste fue el que no le devolvió el saludo a aquel ". No existe tal lista negra, Él no pierde el tiempo de esa manera, no anda persiguiendo a sus hijos para ver cuando caen y condenarlos.

     Dios está planificando nuestras vidas según sus propósitos como lo hizo con Pablo, que lo persiguió hasta el cansancio, y que, según la mente humana habría sido mejor que Dios le aplicara esa "justicia divina " en la que muchos creen, lo condenara y fin de Pablo.

     Pero no ocurrió así Dios se le acercó y le preguntó:  Pablo, Pablo, ¿por qué me persigues? El respondió: ¿Quién eres, Señor? Y la voz respondió: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pablo reconoció su error, se convirtió a la fe cristiana y fue uno de sus apóstoles y llevó el evangelio por donde iba.

     Con Cristo se entra en un Reino de amor, de justicia y de paz. De repente, esta justicia adquiere un rostro muy particular, el de Jesús. Y la justicia de Dios, que podría parecernos una justicia abrumadora que nos cae encima, toma el rostro de un hombre herido, que pone sobre sí "esta injusticia" librándonos a nosotros de ella.

     Queda claro entonces que la justicia tal como muchos la entienden, en el sentido de que los malos son castigados y los buenos recompensados, no es la "Justicia Divina".

     No se trata de ver la justicia de Dios como un acto condenatorio, sino todo lo contrario, verla como un misericordioso acto de amor, de salvación. El Señor continuamente nos ofrece su perdón y nos ayuda a acogerlo y a tomar conciencia de nuestros errores para poder liberarnos. Porque Dios no quiere nuestra condena, sino nuestra salvación. ¡Dios no quiere la condena de nadie!

     Todas las palabras de Dios son un llamado lleno de amor que busca nuestra conversión. Es esto lo que el Señor dice por medio del profeta Ezequiel: "¿Acaso deseo yo la muerte del pecador … y no que se convierta de su mala conducta y viva?"

     Esta es la justicia Divina: Un corazón de Padre que ama y quiere que sus hijos vivan haciendo el bien, amando al prójimo y por ende en justicia. Un corazón de Padre que va más allá de nuestro pequeño concepto de justicia para mostrarnos lo ilimitado de su misericordia.

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