miércoles, 27 de diciembre de 2023

Capitulo 18. ¿Qué quieres que haga por ti?

 

Ya Jesús conoce nuestras necesidades…

     Él, se detuvo para ver qué quería el mendigo ciego que él hiciese. Es necesario qe sepamos cuándo algo es importante, qué es lo que más necesitamos al hablar con Dios. El Señor sabía que Bartimeo era ciego y, ¡Qué pregunta! — ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego contestó: — ¡Maestro que pueda ver ¡No le pidió ni comida ni dinero; ¿Por qué? Porque este hombre había oído de Jesús y sabía suficiente de Él como para pedirle lo que más necesitaba en ese momento.

Si el Señor se acercara a ti. Como me ha sucedido a mí tantas veces o como le pasó a Bartimeo y te pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? O mejor: ¡Pídeme lo que quieras! ¿Qué le pedirías hoy? Teniendo en cuenta que el Padre Amado desea darte los deseos de tu corazón y que realmente lo que te está diciendo es ¿De qué tienes hambre y sed? ¿Qué quieres beber y comer de Mí? (Juan 7:37-39 y Juan 6:35.)

Algunas veces el Señor me ha dicho: “Maribel, pídeme lo que quieras, y yo al igual que muchos tengo deudas, compromisos, uno que otro quebranto de salud, ¿pero voy a gastar en estas cosas temporales mi oportunidad de pedirle algo a Jesús? El conoce mis necesidades, no tengo que pedirle por ellas, es más son necesidades por mi ceguera, por no poder ver que todo está a mi alcance si pudiera ver con los ojos del alma, sé que lo importante, es mi conversión, mi crecimientos espiritual , mi fe, del resto de mis asuntos él se está ocupando, pero estas cosas que le pido, sin mi disposición no me las podrá dar, él solo no puede, es por eso que debo pedirle que quite mi ceguera, que me salve, no que me sane y es por eso que él me pregunta ¿Qué quieres que haga por ti? Para que sea yo la que identifique lo que quiero, no para él saberlo, él ya lo sabe.

Si Bartimeo hubiese pedido dinero al Señor, seguramente que hubiera continuado sentado junto al camino ciego y perdido, y con unas cuantas monedas en el bolsillo; pero la convicción del Espíritu Santo estaba sobre él por la presencia de Jesús. Por eso Bartimeo fue sano y libre, camino con Jesús y recibió su recompensa.

Jesús le dijo: —Vete. Tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.

Se salvo porque siguió a Jesús, sin esa conversión no hay salvación Jesús obró en su persona un cambio tal, que no sólo se puso en camino para salir de su mal, sino que se puso en camino para seguir ¡Al Camino!, o sea, a Jesús mismo.

Aquel ciego, para algunos molesto y gritón, nos dejó sin embargo una regia lección: Para curarse su mal supo a quién acudir y como lo que pidió lo hizo con plena fe, en sus ojos sombríos volvió de nuevo a brillar la luz, se paró y siguió el camino, Jesús es el camino.

Al igual que este mendigo ciego, podemos reconocer la llamada de Jesús que pasa a nuestro lado, y que nuestro grito de misericordia abra en nosotros el deseo de salir de nuestro mal, de levantarnos, y ponernos en camino para que Jesús nos pueda sanar, salvar y así poderle seguir.

Cualquiera de nosotros que necesite sinceramente ayuda para curar esa "ceguera", sea cual sea, y acuda a Jesús con confianza, tendrá la misma respuesta que Bartimeo. Sus largas noches, oscuras y sombrías volverá a cubrirse de luminosas estrellas.

 

 

 

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