miércoles, 27 de diciembre de 2023

Capítulo 22. Cuando el dolor toca a tu puerta

 

El dolor no se minimiza enfrentándolo, no cesa llorando. Es un malestar gradual que pone en juego conceptos como la desesperanza, la frustración, la rebelión, el malhumor, la inquietud, la incomprensión. Este dolor no se calma. Es un proceso que está ahí, que sigue, pero que si no se controla te orilla irremediablemente a la incomprensión de tu situación y a acciones no siempre buenas. El dolor es una realidad tan evidente como el amor, tan plena y profunda como el querer a alguien.

     El peor dolor al que he tenido que enfrentarme en mi larga vida ha sido el de la enfermedad y partida de mi nieta Ariadna. Un día cualquiera le apareció un pequeño bulto debajo de las costillas, esa pelotica convirtió su vida en constantes visitas al médico, exámenes, imágenes, cirugías, tratamientos. En su larga estancia en el hospital las rodeaba gente con otras cirugías, otros tumores, otras edades, lesiones similares a las de ella, que irremediablemente te hacían entrar en el juego de la comparación. - ¿Cuánto tiempo llevas?, ¿Qué te paso?, ¿Te ha funcionado? -

     Enseguida se coló por un huequito la desaliento y cuando la desesperanza aparece en la vida hay pocas cosas que te pueden ayudar, la mayoría de las cuales no logran reanimar el espíritu. Cuando en cuestión de minutos caes en cuenta de que tu vida, tan llena, cambia de manera abrupta para dejarte en un sinsentido aparente, ¿a qué puedes recurrir? Al perder el rumbo de la vida, tan perfectamente organizado y dirigido, por tus intereses personales, por la imposición de un mundo que nos somete a sus exigencias superficiales, y tener que enfrentar una realidad que nunca pensaste vivir ni en la peor de tus pesadillas.

    

     Con este testimonio específico me queda muy claro que la Fe y la oración son los ejes que mueven verdaderamente nuestras vidas, son éstas quienes se mantienen fielmente a tu lado y son quienes te reconfortan y te dan las fuerzas necesarias para salir adelante de la pesadilla que con ninguna otra “ayuda” podrías haber superado.

     Sin embargo y para nuestra fortuna, tanto la fe y esa amistad íntima con Dios, que es la oración, no la venden en ninguna tienda, solo se consigue con la perseverancia diaria y con el convencimiento de que es Dios nuestro Señor, el verdadero camino para resistir y para decidir avanzar a pesar de. Es necesario dar el sí, un sí lleno de compromiso para poder descubrir el amor incondicional que nos da a todos pero que no todos vemos o no queremos ver por distintas circunstancias. Un sí que implica constancia y aceptación de su voluntad, un entregarnos en las manos de nuestro creador y que conlleva a un “hágase en mi según tu palabra” y actuar en consecuencia, con la confianza que un hijo le tiene a su padre, sin más cuestionamientos.

     Es una lección difícil de olvidar una vez que lo has vivido, si lo pudiéramos entender sin que nos suceda ningún percance, nuestras vidas y nuestro mundo serían muy distintos.  

     El desarrollo que quiero hacer de estos sucesos, va dirigido a una sola interrogante, ¿El porqué de un evento tan dramático? No es lógico, ni humano, ni justo en toda la extensión de la palabra, vivir un evento tan traumatizante y no poder sacar conclusiones concretas para aplicar en la vida y más injusto si esas conclusiones no las transmites a otros, es por eso que hoy a años de estos eventos decidí escribir esto, tratando de entender los mensajes que Dios quiso expresar en su singular y misteriosa pedagogía de vida.

     Convencida de que una fuerza sobrenatural es el orquestador de nuestras acciones y por muy independientes, seguros y confiados que estemos en nuestras vidas, existen situaciones que por más preparados, si no reconocemos la autoridad y magnificencia de Un Todopoderoso, nos vamos a derrumbar y todas nuestras seguridades y garantías de bienestar se desmoronarán  cayendo en la vorágine de la desesperanza y frustración del vernos impotentes  e incapaces de enfrentar la situación por nosotros mismos.

     “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” como Pablo, ese ha sido una de las máximas que ha marcado este camino para mí, para mi hija y mi familia. Si no llegamos al punto de reconocer nuestra miseria física y entendemos que por mucho que ahondemos en la ciencia y las seguridades que el Mundo nos ofrece estaremos completamente vulnerables a los reveses del destino y no seremos capaces de enfrentar los misterios que nos guarda la vida, no vamos a poder con su penosa carga. En minutos todo te puede cambiar, las ideas que pasan por tu mente pueden adoptar una nueva perspectiva repentinamente.

     ¡Qué contrastes!, Cómo cambian los horizontes de un minuto a otro. Hoy tienes todo y mañana no, y solamente con este sentido grave de temporalidad, de instrumento, de administrador de los bienes recibidos, pero no dueño, solo así, puedes encontrar respuestas más concretas y validas en la vida.

     Debo puntualizar que la relación con el Todopoderoso, no es de – me hiciste, ahora te hago -, ni tampoco de castigo o incluso como algunos lo proponen de fichas de ajedrez donde Dios se divierte con nosotros en el juego de la vida. La concepción de Dios hacia nosotros los hombres es de hijos y padres y el denominador común es el AMOR, y por descabellado que suene, lo de mi nieta fue una muestra infinita de amor.

     Hay que estar atentos a la gracia que tenemos. Es imprescindible que enumeremos todo lo que Él ha querido que administremos, salud, trabajo, amor, y una vez reconocido agradecer. A todo esto, le debemos incluir el ingrediente de temporalidad dirigiéndonos al Cielo con un rezo similar a esto. Sí, Dios mío, tengo los bienes, pero solo mientras Tú quieras que los administre, si en algún momento tengo que perderlos, dame la fuerza para seguir.    

No creo que estuviera mal lo que yo hacía con mi familia. El punto que creo había omitido, al menos yo, era el creerme garante de todo y de todos. Yo garantizo que todo estará bien, yo garantizo la comida, la ropa limpia, el cariño…y no, no era así, a pesar de mis presumidas garantías. ¡Zas ¡pasó, ¿En qué momento me descuide? ¿Qué hice mal?  en ningún momento, no hice nada mal, salvo el creerme la garante de todo, omnipotente. Y es que resulta que definitivamente nada depende de mí, sino del creador y su perfecta voluntad.

El practicar la humildad en la vida cotidiana entendiendo que soy afortunada en poder decidir una u otra cosa, y entender que no dependen de mis los resultados sino más bien saberme la administradora.

     Cada vez que me refería al milagro de las cirugías del Dr. Castellanos en mi nieta, y cómo había salvado su vida en tres oportunidades mi hija me corregía, “Dios mamá, no el doctor” Finalmente lo resumí en el sentido de administradores, entendí la indiferencia que le da a Dios a los protagonismos. El Doctor Castellanos fue el administrador de esa gracia de Dios, el fungió como el actor de ese milagro cuyo guion fue obviamente de Dios.

     La terapia intensa durante incontables meses, años que tuvo que soportar mi nieta y por ende mi hija, fue una escuela de enseñanza. El dolor, la incomodidad y el yugo, solo lo llevaron ellas, su realidad no se compara con la de ningún otro, no se mide con la de nadie porque el dolor es como el amor, exclusivo para cada persona, ¿el dolor la quimio?, ¿Es bueno este doctor? -, y empiezas a echar culpas a incompetencia médica y a agentes externos que no puedes controlar.

     Pero la situación común que tiene el dolor físico como el dolor racional es la desesperanza.

Nada tiene comparación con el hecho de sobrellevar un dolor del alma, una angustia de no entender el futuro, una llaga supurando al no tener esperanza. El dolor físico es algo puntual, el dolor del alma es y no es al mismo tiempo. El dolor en el espíritu enajena, te deja completamente desarmado porque no sabes contra que estas luchando. El dolor de tu esencia es una derrota anticipada que comienza con el final.

     Con estos agravantes que padecían mi hija y mi nieta, comenzó una experiencia rica y apasionante de nuevos conceptos, claros y lacerantes como agujas incandescentes que me enseñaron a entender la vida con otra perspectiva más sabia. Con el dolor a cuestas puedes ver cuán débil y miserable eres, entiendes la ficción del bienestar comprendiendo el malestar, viendo que el sentirse bien es la ausencia de dolor y lo que realmente existe y evidencia tu realidad es la proporción de dolor en tu vida. Al dolor se le lleva a cuestas y lo entiendes solo cuando lo puedes elevar.

Lejos de entender el dolor como algo que te hace menos y del cual no puedes sacar conclusiones sabias en tu vida. Lejos de hacerlo a un lado y evitarlo a como dé lugar, Mi hija me enseñó que en el dolor hay respuestas muy profundas a todos los acertijos de la vida y, compensa la balanza tan gravemente decantada por el bienestar y el placer instantáneo.

     La felicidad cuesta, está compuesta de entrega y dolor y no podemos descomponer el binomio porque el resultado no sería el mismo. Estamos nerviosos buscando la erradicación del dolor, de saltarnos ese aderezo y aun así disfrutar la ensalada.

     Seguramente sonara ambiguo y hasta sin sentido muchas de mis posturas aquí descritas, sin embargo, ver el dolor de esta manera enriqueció mi vida y dio un sentido a mis sufrimientos.

     Recuerdo que cuando comenzó todo, muchas personas al enterarse de la condición de mi nieta y enfrentarse al panorama nada promisorio, lejos de animar a mi hija, se ponían a llorar desconsolados y en ese momento quien fortalecía y animaba a todos era precisamente mi hija. Los invitaba a que tuvieran Fe y que el resultado pues era lo de menos, la entrega ya estaba hecha.

     La lección aquí es clara, reconocer nuestra categoría de hijos de Dios y nuestra miseria como promotores de nuestro destino. Sentir tristeza o congoja es relativo, porque eso es un estado de ánimo, pero la confianza de que se ha hecho lo correcto, esa tranquilidad, solo se puede con la Fe. Recuerdo las palabras de mi hija mientras mi nieta estaba en el quirófano “Señor, tú ya proveíste el cordero” ella estaba segura que el cordero no sería su hija, yo por mi parte estaba tranquila, sabía que se haría su voluntad y ese sentimiento nunca me llenó de angustia, sino todo lo contrario de esperanza. No cabe duda que la práctica hace al maestro, y el terreno de la Fe y la renuncia es igual de basto como pudiera ser cualquier otro.

     Muchas veces creemos que el protagonista es el que sufre más, el que se lleva las lecciones de vida y absorbe unilateralmente las gracias, sin embargo, en eventos como estos hay múltiples enseñanzas, recuerdo las palabras del doctor, respondiendo a su ciencia nos regaló una detallada descripción de lo sucedido en el quirófano. Se tenía una ruta trazada para abordar el tumor y lo que se hizo fue algo completamente diferente, no por falta de profesionalismo sino más bien por algo sobrenatural. Cuenta como sentía que las manos eran dirigidas por Alguien más, que las instrucciones brotaban en el momento firme y claro, no preconcebido no obstante adecuado y exitoso. Un hombre deslumbrado por el conocimiento, la ciencia y entregado al oficio más reconocido de la humanidad, percibió un mensaje de Fe y según nos contó luego esto marcó su vida.

     Sabemos que Dios no habla, no se sienta contigo a tomar un café y charlar de forma interactiva como lo haría cualquier amigo. Dios escogió un lenguaje infinitamente más rico y pleno, un idioma que abarca los cinco sentidos a la vez e incorpora un sexto que integra y armoniza el mensaje. El alma es el recipiente donde bebes el agua que de otra forma se te cuela por los dedos. Los mensajes de Dios son tan claros como tu propia existencia. Dios grita en susurros, constantes y repetitivos todos los instantes de la vida.

     Con estas experiencias empiezas entonces a encontrarte sorprendiéndote de lo grande que eres cuando eres generoso, cuando das lo que más cuesta, cuando vas más allá, cuando renuncias a ti mismo y te abandonas en Él. Llegas a capitalizar la importancia única e intransferible de tu misión en la vida.

     Uno de los grandes pilares a los cuales tuve que aferrarme, que me llenaron de luz y esperanza para sobrellevar esta situación y que Dios puso desde siempre en mi camino, fue la cantidad de seres queridos que estuvieron a nuestro alrededor. Y ahí es donde me cuestiono ¿Quiénes son los verdaderos millonarios en este Mundo?, definitivamente aquellos que tienen familia, amigos y que cuando necesitas de ellos están prestos a demostrarlo.

     Otro ejemplo claro fue la gran solidaridad que se mostró con cadenas de oración, y demás demostraciones de Fe que existió alrededor de mi nieta en todo el mundo. La solidaridad, el cariño y la abnegación de mis seres queridos, cuando los problemas nos nublaron el horizonte y mermaron la esperanza fueron un abrazo fraterno y el canal para encontrar la luz. Las acciones que no se dijeron, pero algún día se descubrieron y se presentaron más nobles y frescas que en el mismo momento de realizadas, o simplemente el estar, dan una fuerza impresionante que te invita día a día a salir adelante.

     Estas acciones no solo sacan como fruto vencer el problema inmediato, sino que generan otra reacción importantísima para poder ser consecuente con lo recibido. Esta es la responsabilidad de decirlo, el compromiso de gritar a los cuatro vientos que tú, que hoy lees esto, fuiste decisivo en este proceso que nos tocó vivir y que estamos en deuda moral contigo. Entendí con todo este proceso el misterio del dolor y la desesperanza como luz, para encontrar el verdadero camino.   

 Tú entorno, la gente que te rodea como instrumento de apoyo, consuelo y compromiso. Y por último que no somos garantes de nada, no somos los que garantizamos el futuro de nuestros hijos, ni los que les evitamos nada ¿O sí? no, claro que no, porque no somos omnipresentes, ni omnipotentes no somos Dios.

Mi nieta partió, luego de haber permanecido en remisión un buen tiempo, sucumbió ante una epidemia de Salmonella, que, aunque activó el tumor de nuevo, fue ella y no el tumor quien tuvo la última palabra, nos cuidábamos de un tumor, batallábamos con él y de pronto se coló una insignificante intrusa y terminó con su vida física.

La respuesta a esto, no la tengo. Solo Dios sabe por qué y para qué, yo solo sé que tengo una hija fortalecida, que pasó por un dolor que solo el que lo sufre puede dimensionarlo, es un túnel oscuro que pasó sola, sin la compañía de nadie, no es posible por más buenas intenciones que tengamos, acompañarla por ese angosto y agónico camino. Lo bueno es que al final encontró la luz.

No solo mi hija, la familia toda se fortaleció, se unió más, valoró más los encuentros, los abrazos, el estar presente y sobre todo lo necesario e imprescindible de contar con el amor y la compañía de Dios en todo momento.

Quisiera decirles que, si creen en Dios, nada malo les va a suceder, que no tendrán pérdidas ni sufrimientos, pero no es así, lo que si puedo decirte es que en todas ellas estará contigo, te va a fortalecer, que, sin él, quedarás a mitad del camino y tal vez no logres atravesar el túnel.

Lamentablemente, el sufrimiento es parte de la experiencia humana. Las pérdidas son parte de la vida, y la aflicción es una respuesta natural a la pérdida. Pero tenemos la esperanza de Dios, y sabemos que Él es lo suficientemente fuerte para llevar nuestras cargas. Podemos entregarle nuestro dolor porque Él cuida de nosotros. Podemos encontrar consuelo en el Espíritu Santo, nuestro Consolador.

Aprendí con esta experiencia que ningún ser humano, llámese médico, o madre en mi caso, puede garantizar nada, Dios es el garante de la vida y yo solo soy el administrador.

Que el sufrimiento es un misterio, que no nos ha sido revelado, pero que es más fácil pasar por él de la mano de Dios, cualquier cosa que diga será dudoso; que si son pruebas, que si el sufrimiento es para fortalecernos, que si Dios lo permite, o si lo causa. No me pertenece la verdadera causa del sufrimiento porque simplemente es un misterio, solo me ha sido revelado que es con sus fuerzas que puedo seguir de pie.

No tiene explicación humana el que una niña sana, que solo quería vivir y ser feliz, tuviera que pasar, por tanto. Que una madre feliz con su princesa tuviera que verla padecer de la manera más cruel que pueda existir, ¿Tendría esto una explicación racional? No, no la tiene. ¿Permite Dios, pudiendo impedirlo que cosas como estas sucedan así sea para glorificarse? No, tampoco lo creo, creo que él sufrió junto a sus hijas.

Lo que si pude ver fue como Dios actuaba, pude sentir su presencia en todo momento, lo vi en el testimonio del médico, contando como Dios dirigía sus manos en la cirugía y lo conminaba a hacer cosas que no había pensado hacer, por ejemplo. Pude ver en el sufrimiento ese mensaje de compasión. Vi la compasión en acción, tantísima gente desbordada a esta causa. Vi mensajes de unidad, pues fuimos todos uno alrededor de su sufrimiento, tanta gente alrededor del mundo unidas en oración. Un evidente mensaje de consuelo, fuimos consolados por él y consolamos a otros, lo que nos permitió avanzar y estar hoy día de pie y reconfortados.  

 

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