domingo, 8 de enero de 2023

Capítulo 1. La ardiente paciencia de un trigal


 CAPÍTULO 1


LA ARDIENTE PACIENCIA DE UN TRIGAL

     Me encontraba atravesando una situación desesperanzadora, triste, hasta que un buen día llegó a mi casa alguien, quien no tenía mucha cercanía conmigo, pero estoy segura, Dios puso en su corazón, me entregara un mensaje de su parte. Me dijo: -Este libro y este folleto estaban en mi casa, los recogí de la mesa en una ocasión y los guardé, los volví a ver fuera de la biblioteca un par de veces más y cuando decidí revisarlo, en lugar de guardarlo, pensé en traérselo a usted- 

     El sí sabía de mi angustia y tristeza, pero nunca supo todo lo que ese pequeño libro con su gran mensaje hizo en mi vida. Tanto así, que para mi mente humana y limitada no era el más indicado para abrirme ese camino a lo sobrenatural, pero para Dios y sus insoldables caminos si lo era. Y no solo me abrió ese camino a mí, sino que aún continúa abriéndolo a otras personas, aun sin saberlo, en una especie de cadena de milagros. A veces, no sabemos cuál será el propósito de Dios para nosotros y resulta que ya lo estamos ejecutando.

     El libro en cuestión se llama “La transfiguración” de Ignacio Larrañaga, por medio de esa lectura sufrí una verdadera transformación, esa mujer vieja que era yo murió y nació una nueva, atrás quedaron; la soberbia, el orgullo, el rencor, el temor, la angustia y todo aquello que solía tener.

     Uno de los capítulos del libro llamado “La ardiente paciencia de un trigal”, fue para mí como una revelación, toda mi vida se ha manifestado así, como esa espiguilla de trigo.

“Hoy siembras un extenso trigal en la Pampa. Vuelves a la semana siguiente, y no se ve nada: parece que el trigo murió debajo de la tierra. Vuelves a las dos semanas y todo sigue igual: el trigo sigue sepultado en el silencio de la muerte. Retornas a las cuatro semanas, y observarás con emoción que el trigal, verde y tierno, emergió tímidamente sobre la tierra. Llega el invierno y caen toneladas de nieve sobre el trigal recién nacido que, aplastado por el enorme peso, sobrevive, persevera. Vienen las terribles heladas, capaces de quemar toda vida. El trigal no puede crecer, ni siquiera respirar. Simplemente, se agarra obstinadamente a la vida entre vientos y tempestades, para sobrevivir.

Asoma la primavera y el trigal comienza a respirar, más tarde comienza a escalar la vida lenta pero firmemente. Apenas se nota diferencia entre un mes y otro; parece que no crece.

Cuando vuelvas unos meses más tarde, con tus asombrados ojos, te encontrarás con el espectáculo conmovedor de un inmenso trigal dorado, ondulado suavemente por la brisa ¿A qué se puede comparar este espectáculo? Se parece a la esperanza. ¿De dónde viene esta maravilla? De las noches horribles del invierno. Por haber sobrevivido con una obstinada perseverancia, hoy tenemos este espectáculo que nos hace llorar de emoción.

No hay más. Cuando llegue la hora en que te parece que, en lugar de adelantar, retrocedes, el mensaje es uno solo: mantenerse de pie, sobrevivir, perseverar.

Cuando la sensación de inutilidad te envuelva como una noche, pensando que estás perdiendo el tiempo, cuando la helada de la aridez o la niebla del tedio te penetren hasta los huesos con ganas de tirarlo todo por la borda, resonarán en tus oídos las palabras del Maestro. Estén despiertos, velen y oren.

Solo los que perseveraren con una ardiente paciencia, probarán la miel de la victoria: en sus firmamentos habrá estrellas y en sus campos espigas doradas.”

     Ese día, comencé a darme cuenta de que nunca estuve sola, él siempre estuvo ahí, enviándome consuelo de todas las maneras posibles, diciéndome que, todo lo puedo en él, que es quien me fortalece, que no siguiera mis pensamientos, que me dejara llevar por él y su inimaginable voluntad, perfecta por demás.

      Y a partir de ese día eso hice, y aunque toda mi vida sentí los milagros en ella, esta vez tenía el “Plus” de no preocuparme por nada. Antes me preocupaba y sucedía, y luego de ese encuentro aprendí a no preocuparme y también sucedía. Era como si alguien abriera las puertas por donde yo pasaba. Sentí que cualquier cosa sería posible, si lo vivía en lo sobrenatural (lo real) y no en lo irreal (lo humano).

     Ese pequeño libro venía acompañado de un folleto de Jesús de la Misericordia, esa imagen se volvió milagrosa, luego de un tiempo de hablarle al folleto, increparle y hasta retarle, mis conversaciones se tornaron diarias y directas con él, su respuesta era inmediata, el fascículo fue el intermediario que utilicé para acercarme a él. Fue de una forma tan especial que por primera vez lo sentí como un padre, cambié mis oraciones repetitivas por las más increíbles tertulias diarias, desde cosas importantes hasta: ¿Qué te parece padre, esto que me dijo?, ¿Será que sí voy padre?, Padre, estoy pensando en…


TODOS LOS DÍAS ESTARÉ SUBIENDO UN NUEVO CAPÍTULO, HASTA COMPLETAR LOS 23 CAPÍTULOS DEL LIBRO.




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