martes, 10 de enero de 2023

Capítulo 3 . Cómo me covertí en una mujer de abundancia


 



CAPÍTULO 3


CÓMO ME CONVERTÍ EN UNA MUJER DE ABUNDANCIA


           "Y mi Dios proveerá TODAS vuestras Necesidades, conforme "una sus riquezas en gloria en Cristo Jesús". Filipenses 4:19

        “A ver ustedes que andan con sed, ¡vengan a las aguas! No importa que estén sin plata, vengan; pidan trigo sin dinero, y coman, pidan vino y leche, sin pagar.

      La fe es un elemento esencial en nuestras vidas; la fe cree y confía en que Dios actúa en nuestras vidas para nuestro beneficio final. Gran parte de la lucha que tenemos se debe, no a creer que Dios puede, sino a dudar que lo hará. Una de las áreas que prueba más nuestra confianza en Dios es la provisión económica. Mi tan criticado por los que me rodean “Dios proveerá” mi frase favorita. Esta frase se la escuché por primera vez, cuando era joven a una tía de mi esposo, la Tía fina, me llamaba mucho la atención porque detrás de su frase ocurría un milagro, aquello que resolvía la situación de la manera más increíble y la tía nunca se preocupaba, pues bien, desde ahí tomé esta frase para mí.

     La mayoría de nosotros no conoce la economía trascendental de Dios y su deseo de proveer abundantemente. Dios puede proveer tomando algo que no vale nada y hacerlo de gran valor. Dios puede manifestarse tomando lo poco y haciéndolo mucho. “Dios proveerá” sólo esperando en él, sin preocupación, dejando todo en sus amorosas manos.

     Hasta en algo tan simple como esto; en mi familia era la encargada de servir los alimentos en las reuniones, mis hermanas decían “que sirva Maribel que a ella se le multiplica la comida”, la verdad no sé cómo lo hacía, pero todos comían quedaban satisfechos y hasta sobraba para el que llegaba más tarde o para el que solo quería repetir.

     Cuando monté la librería ya traía deudas y el negocio aun no daba suficiente para pagar todo, un día llega mi menor hija Ada con una nota del colegio que decía: “Si no se pone al día con las mensualidades ,su representada no podrá entrar a clases hasta solventar deuda”. Era un viernes y mi hija de tan solo 12 años comenzó a preocuparse y le dije: no te preocupes, nosotras somos mujeres de abundancia (no me refería a lo material, sino a que teníamos a Dios con nosotras) y la semana próxima, te doy el dinero para que lo lleves al colegio, por supuesto que no tenía idea de donde saldría el dinero, pero si sabía que llegaría.

      Pasó el fin de semana, el lunes no la envié al colegio ,pues no la iban a dejar entrar, yo no sabía de donde sacaría el dinero, así que me fui a mi librería y agarré la nota del colegio (cuando eso yo usaba intermediarios para comunicarme con Dios) y la pegué en un afiche de Jesús de la Misericordia que tenía detrás de la puerta del local y le dije: yo no voy a preocuparme por esto, ahí te lo dejo porque confío en ti y en tu infinita Misericordia y sé que no dejaras que Ada pierda sus estudios. Continué trabajando. 

     Al final de la mañana recibí una llamada del hospital donde mi esposo trabajaba como médico, me preguntaron si podía pasar por la administración, pero no me dijeron de que se trataba. Agarré el transporte público y me dirigí al hospital, al llegar allá, me dijo la administradora:” Este es un cheque que se le debía al doctor, firme aquí en donde dice recibido”, firmé y con la emoción , no vi el monto del cheque, pero sabía que cubriría la deuda del colegio, lo guardé en mi bolso y tomé de nuevo el trasporte hacia la casa, ya sentada en la buseta, vi el cheque, el monto no solo alcazaba para pagar la deuda del colegio sino que, todavía me sobraba dinero. 

     No pude contener la risa, la gente me veía riendo sola, le dije a Dios: ¡Te pasaste ¡hasta me quedó la” ñapa”. Pagué el colegio y llevé a Ada a sus clases al día siguiente. Fue tanta la confianza que le tomé a Dios que desde ese entonces mantengo conversaciones con él, cualquier cosa que me sucede, se lo cuento y espero su dirección y siempre encuentro una solución y, sobre todo, mientras eso ocurre tengo paz. Te preguntaras ¿Qué necesitas para que esto te suceda a ti también? Creer, pero eso sí, sin dejar ni un agrieta por donde se pueda colar la duda. Certeza absoluta.

      En esa misma época, nos dieron aviso de la venta inmediata del inmueble donde vivíamos rentados, teníamos la primera opción para comprar ¡Ni pensar en poder pagarlo!, así que recurrí de nuevo a mi hija Adriana y le pedí el monto de la inicial que, si bien no era mucho, yo no tenía el dinero, ya no tenía la librería porque había decido trabajar desde casa. Me había hecho famosa corrigiendo tesis de grado, las llevaban para transcribir, pero yo hacía correcciones ortográficas, acomodaba los párrafos y hasta sugería sobre el tema, con esto me iba mejor que con la librería, me convertí en asesora de tesis, podía trabajar desde casa, por internet y así tendría la posibilidad de atender mejor a mis hijos.   

      Cerré la librería y me dediqué a este nuevo oficio que Dios me había dado, con ese don que aún tengo. La investigación se convirtió en mi pasión. En fin, ya mi hija me había dado la inicial, pero, cuando pidieron los papeles y constancia de ingresos para formalizar la venta, yo no tenía nada de eso, tampoco podía comprarlo a nombre de mi hija Adriana que, si los tenía, porque debía ser la persona que aparecía como arrendatario, no aceptaban traspasos. Aun así, llené mi planilla con todos los datos y con los ingresos que percibía por concepto de los trabajos de investigación.

      Comenzaron a aprobar los créditos de todos en el edificio, ya faltaban muy pocos por aprobar y a mí no me llegaba ninguna noticia, tenía un vecino que se complacía en avisarme, que tan poco tiempo me quedaba para perder la oportunidad de comprar, me decía cosas como: ˗ ¡ya todos estamos aprobados menos tú! ˗ ¡A los que no aprueben este mes les van a aumentar el apartamento al doble! - 

     Ya para ese entonces eran tantos y tan seguidos los milagros en mi vida, que no quería por nada del mundo perder esa conexión que tenía en línea directa con Dios y que mantengo después de tantos años. A pesar de los acontecimientos tenía paz y confianza. 

     Recuerdo haberle comentado a un amigo mi situación y como él trabajaba en un hotel donde se hospedaba el director del banco que aprobaba los créditos, quiso ayudarme y me pidió mi número de solicitud para hacerlo, le dije que no, porque yo tenía ya una persona que me estaba ayudando “Dios” 

    Un fin de semana se quedaron unos familiares a dormir en mi casa y en la conversación salió a relucir el tema, una de ellas trabajaba con el gobierno y me dijo -yo te puedo ayudar para que te lo aprueben, igualmente le contesté que no, que ya tenía quien estaba ayudándome, “Dios”. 

    Yo había probado la misericordia de Dios y tenía la certeza que no me iba a abandonar, el que yo fuera la dueña de ese apartamento ya estaba en sus planes, tanto que cuando lo alquilé 20 años atrás, dije que sí lo aceptaba sin haberlo visto siquiera, ahora entiendo todo.  

“Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos.” Hebreos 11:1

     Pasaron los días y un lunes me llamaron del banco y me preguntaron: ˗ ¿Señora Maribel usted no tiene algo que respalde sus ingresos? Su crédito está parado por eso˗. Le contesté a la señorita que yo anotaba mis ingresos en un cuadernito, ahí ponía lo que ingresaba mes a mes y lo que salía, no en vano había estudiado hasta casi el último año para graduarme de contadora, y curiosamente me falto la tesis de investigación y un par de materias. Me dijo: ˗ ¿por favor podría enviarme ese cuadernito a esta sucursal? ˗Y así lo hice envié el cuadernito. 

     Continuaron pasando los días y mi vecino seguía tocando a mí puerta, esta vez, para decirme que lamentaba mucho que no me hubiesen aprobado el crédito, que yo era la única que había quedado por fuera. La siguiente semana recuerdo era viernes, cuando regresé de hacer las compras, mi hija Ada me dijo: ˗mami te llamaron de un banco, para decirte que te habían aprobado algo˗.  Ese “algo” era el crédito del apartamento y no solo lo aprobaron, sino que, con un subsidio, o sea, lo que tendría que pagar mensualmente era casi nada.

     Por cierto, que al terminar de comprar todos los inquilinos sus apartamentos, no estaban definidos los puestos de estacionamiento, cada quien agarró el que usó durante todos esos años, yo estacionaba en uno grande en donde cabían dos carros. Nuevamente mi vecino “el informante” viene a decirme que van a enumerar los puestos y que a mí no me va a corresponder el que tengo ahora, me preguntó ¿Cómo iba a hacer para estacionar la camioneta de mi hijo Juan? Le dije que no se preocupara que ya vería que hacer. 

     Llega el día y comienzan a colocar los números en el estacionamiento y en efecto no me correspondía el mismo puesto que había estado usando durante años, pero,faltaba uno para los que habían comprado apartamentos y había uno¿ departamento en el piso de abajo, donde los dueños del edificio tenían viviendo a un familiar con problemas mentales y decidieron quitarle el puesto de estacionamiento, de nuevo Dios actuando. 

     Al correr los números, el estacionamiento que yo había estado usando, me correspondió a mí, el mismo con los dos puestos. Enseguida subió mi vecino el informante, a darme la buena nueva con la frase: ˗ “Tu si eres sortaria” ˗ le respondí: ˗sortaria no, eso no es suerte˗. insistió- no, ¿Y entonces que es? ˗Dios obrando a mi favor˗, le dije. 

     Con ese mismo cuadernito me atreví a llenar una planilla para solicitar un préstamo a un banco para adquirir un carro, y me aprobaron el crédito, no obtuve el carro, porque me desvié del camino que traía, y en lugar de dejar a Dios actuar, metí mi mano y no llevé la solicitud a la agencia de carros que me correspondía, sino que se la di a una amiga que lo haría todo más rápido y resulta que lo engaveto  y no la introdujo nunca. Eso pasa cuando confiamos en el hombre, yo que venía inmaculada de haber rechazado ofertas para obtener más rápido mi apartamento, caí en tentación y me fui por el lado incorrecto. Y no hice como venía haciendo, que confiaba en el Dios. Elegí la puerta ancha el lugar de la angosta.

 “Así dice el Señor: “¡Maldito el hombre que confía en el hombre!  ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor!” Jeremías 17:5

“Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”. Hebreos 11:4 

    Para ese entonces, y en vida de mi esposo habíamos comprado un terreno pequeño con el fin de algún día construir una casa, con su fallecimiento, esos planes no se dieron, el terreno quedo ahí, abandonado, intenté muchas veces, durante años venderlo y nadie se interesó, no pude venderlo, pasaron los años y el terreno seguía ahí, había que ir a verlo de vez en cuando, y quitar la maleza. 

     Un día mi hijo Daniel estaba jugando al beisbol, en una jugada dio una vuelta y el taco de su zapato quedó enterrado en el pasto y la que dio vuelta sola, sin él pie, fue su pierna, esto ocasionó que se rompiera los ligamentos y cayera al suelo sin poder caminar. Estuvimos un año buscando dónde operarlo, pues no teníamos el dinero, todo ese tiempo caminó con muletas, hasta que al fin salió el cupo en un hospital, que lo operaria gratis pero, había que comprar el equipo que le pondrían en la rodilla, y el mismo costaba para ese entonces, una cifra grande que no podíamos costear, puse en venta de nuevo, después de años el terreno y cuatro días antes de la cirugía lo vendí  por el monto exacto del equipo de reemplazo para su rodilla. 

     Nos habían dicho que el equipo había que entregarlo tres días antes de la cirugía, porque si no, perderíamos el cupo para la operación, entendí entonces por qué, no había podido venderlo años atrás. Tuvimos algunos problemas para hacer efectivo el cheque y mi hermana Moraima lo canceló y luego hicimos la transferencia.

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. “

     Tengo innumerables testimonios de lo que esto significa, los milagros en mi vida sucedían aun cuando no había leído la biblia ni conocía a ese Jesús Misericordioso. Recuerdo uno que me impacto mucho. Estaba recién separada de mi primer esposo y padre de mis cuatro primeros hijos, vivía sola con ellos y no tenía familia cerca. Acababa de conseguir trabajo y faltaba un día para cobrar mi primer sueldo. 

     Ese día toca a mi puerta una mujer con un niño en brazos y otros dos más, agarrados a cada lado de su cintura. Me pregunta si tengo algo de comer para sus niños, yo tenía en mi despensa solo un kilo de espaguetis, dispuesto para el almuerzo del día siguiente para los míos. Mientras la escuchaba pensaba: ¿Es lo único que tengo, como se lo voy a dar…Bueno yo cobro mañana…Y si no cobro mañana? Entre tantas preguntas que cruzaban por mi mente me decidí por el “Dios proveerá” y le di el kilo de espaguetis a la señora. Decidí que al día siguiente Dios proveería para nosotros, o tal vez pediría un adelanto de mi sueldo y compraría la comida. 

     El hecho es que no hizo falta, porque esa misma noche, mi vecina, quien había estado de viaje, regresó de su pequeña hacienda, tocó a mí puerta, y comenzó a entrar a mi apartamento “el Mana” que me enviaba Dios. 

     En un saco había naranjas, limones, yuca, papa, pimentón, tomate, y todo tipo de vegetales. En otra bolsa había pescado. Un cartón de huevos criollos. Hasta el postre, un casabe relleno de papelón.

     Yo no sabía mucho de las promesas de Dios. Hoy, después de haber leído la Biblia sé que las promesas de Dios refuerzan mi testimonio;

 “Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante.” Lucas 6:38.

Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré…”. Mateo 25:21. Este versículo es mi favorito.

     He comprobado que, Dios tiene designios sobre nosotros que no tienen que ver con nuestros proyectos, tenemos la ilusión de que es que coinciden con Dios cuando pasa algo que planificamos, pero no es así. Ni en mis mejores sueños habría yo planificado todo lo que he recibido de él, nunca planifiqué tener una librería, como nunca había pensado en viajar y conocer tantos países. 

     Un día encontrándome en mí cocina, preparando los alimentos, mientras cortaba las papas, pensaba, luego de escuchar en las noticias, que los pasajes aéreos habían subido de precio: ˗dígame, con esa subida de precios ahora si es verdad que yo me quedé sin saber lo que es subirse a un avión, cómo voy a viajar˗

     Si le hubiese pedido a Dios un viaje, lo más lejos, habría sido a Aruba, no habría considerado posible viajar más lejos. Y vino Dios un buen día y me mandó a Suiza y a México. Al mes de haber pensado que no podría viajar, me llamó mi yerno José Manuel y me preguntó ¿Tienes pasaporte? Le contesté, Si. Pues prepárate que te vienes a Suiza en un mes. Y así fue, al mes siguiente estaba yo tomando un avión, mi hijo Juan ayudó con los pasajes y me llevé a mi nieto, su hijo Cristian. El vuelo haría escala en España y de ahí a Italia y por carretera a Suiza. Estando en Suiza fuimos a los Alpes, a Italia. 

    Los viajes continuaron, luego de ese viaje al siguiente año, mi hija y su esposo se habían mudado a México y nuevamente me llamó mi yerno para preguntarme si quería viajar a México, para darle una sorpresa de cumpleaños a mi hija que tenía tiempo sin verme. De pensar que nunca podría viajar me volví internacional, actualmente vivo en Chile.

“Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos—afirma el Señor—“.

Isaías 55:8

     Y vivo en Chile en otra decisión que no fue mía, comenzaron a ponerse feas las cosas en el país, la comida escaseaba, los sueldos no alcanzaban y mi hija Ada toma la decisión de irse a vivir a Chile, yo pensaba que no podría salir nunca del país, pues no teníamos recursos con 5 hijos y 5 nietos, no saldría del país dejando a ninguno de ellos atrás, como capitán de barco, sería la última en salir. 

     Las cosas siguieron de mal en peor, hicimos todos los esfuerzos necesarios entre todos, vendimos lo poco que teníamos y mis hijos se fueron yendo uno a uno, mis nietos también, hasta que llegó el día que solo quedaba mi hijo Juan que ya tenía planes para irse también, y yo. 

     Terminé abandonando todo, despegándome de todo lo que creí que nunca podía dejar. Mi apartamento, mis recuerdos, gran parte de mi vida quedaba atrás, y solo me llevé una maleta en la cual mis cosas ocupaban solo un cuarto del espacio, porque el resto lo ocupaba la ropa mi nieto que viajó conmigo, 62 años de vida reducidos a un cuarto de maleta.

      Y aquí estoy esperando la orden del señor que me trajo hasta aquí. Comenzando de nuevo confiada en sus designios. No saben la tranquilidad que da, estar confiada, sin dudar, esté donde esté, sabiendo que es un plan de Dios y que por supuesto es para florecer.










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