Esta mañana me desperté pensando en Tere, una amiga con la que comparto a través de nuestros blogs, aunque nunca nos hemos visto en persona. No entendía ¿Por qué tenía que levantarme pensando en ella? .
Leí su publicación que hablaba de cómo, a un personaje bíblico “Elías” después de la tormenta, el ruido y el caos, le llegó un silencio suave, un momento de calma, un “ Silbo apacible y delicado . Su testimonio me hizo reflexionar sobre mis propios silencios, mis miedos.
Me vi reflejada en la historia de ese profeta, me había escondido en mi propia “cueva”: el miedo, la incertidumbre, la enfermedad. Me había vuelto temerosa y negativa, sin poder ver más allá del dolor.
Pude sentir ese silbo apacible y escuchar a Dios preguntarme ¿Qué haces ahí Maribel? Tal y como lo hizo con Elías y al igual que a el profeta me hizo entender que no podía seguir asi, encerrada, esperando a que la vida pasara. Tenía que salir, volver a confiar, levantarme y seguir caminando.
Ese “silbo apacible y delicado” hoy me invitó a escuchar esa voz , a recordar quién soy de donde vengo , a mirar atrás y recordar las veces que Dios me ha sacado de esa cueva.
Hoy comprendí que el poder de levantarse viene de ese susurro interno que nos impulsa a seguir adelante. No se trata de negar el miedo y el dolor, sino de mirarlo de frente y avanzar a pesar de él.
Recordé que no estoy sola, que la vida sigue obrando incluso cuando no lo percibo, y que cada paso fuera de mi cueva es una pequeña victoria. Ese fue el mensaje que me llegó a través de Tere: que siempre hay una voz tranquila y sabia dentro de nosotros, esperando ser escuchada.

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