sábado, 5 de julio de 2025

Sin respuestas pero con dirección, como Noe en el Arca.

El agua sobrepasaba a los montes más altos. Sin embargo, Noé y toda su familia estuvieron a salvo, porque Dios «presidía en el diluvio» (Salmo 29:10) y porque Noé creyó en Dios. El arca no tenía instrumentos de navegación, no tenía timón, porque Dios la gobernaba. Dios no permitió que Noé tuviera una ventana cerca que le permitiera mirar los efectos inmediatos del diluvio, estaba demasiado alta para alcanzarla, no podía ver lo que ocurría afuera. A ciegas, confiado, así estaba Noé dentro del Arca, aunque tenía la certeza de ser salvo, no tenía ni idea de cómo estaba la cosa afuera, pero confió en Dios.

El resultado de la fe obediente, es que toda su familia fue salvada.

Así, para ti también, toda esa agua que amenaza tu vida y la de tu familia con ahogarlos y hundirlos se evaporará, solo tienes que flotar y dejarte llevar por Dios como el arca, sin timón solo flotaba y era guiada por Dios.

A veces Dios nos pide que caminemos —o naveguemos— sin ver. Como Noé en el arca, estamos dentro de una historia que no controlamos, rodeados por un mundo en caos, con el alma empapada de preguntas, y sin una ventana baja para mirar qué está pasando afuera.

La fe, en esos momentos, no es sentir que todo va bien. Es quedarse dentro del arca aunque no sepamos si el diluvio está bajando o subiendo. Es aceptar la angustia de no ver, de no entender, de no tener timón, pero aún así no abrir la puerta antes de tiempo.

Pero caminar a ciegas, incluso con fe, no es cómodo. Tiene sus desventajas:
La incertidumbre abruma. No saber cuánto durará la tormenta puede generar ansiedad. El alma busca respuestas inmediatas, y la fe no siempre las entrega a tiempo.
Nos hace vulnerables al miedo. Sin una ventana por donde ver la evidencia del progreso, el miedo susurra que nada está cambiando, que Dios se ha olvidado o que el diluvio será eterno.

No podemos huir. A ciegas no podemos tomar atajos ni salir corriendo. Nos obliga a quedarnos en el lugar incómodo hasta que Dios abra la puerta.
Se pierde el sentido del tiempo. Cuando no vemos lo que ocurre, todo parece más lento, más pesado. Cada día en la oscuridad parece eterno.
Requiere entrega absoluta. No basta con tener fe teórica; hay que rendir el control, los planes, las expectativas. Y eso cuesta.

Y sin embargo —¡qué contradicción tan hermosa!— es precisamente en esa ceguera donde más crece la fe. Porque la fe verdadera no necesita ver para creer. Necesita confiar en que quien guía —aunque no lo veamos— no ha soltado el timón.

Como Noé, tal vez no veamos hacia dónde nos lleva el agua, ni cuánto falta para tocar tierra. Pero si Dios preside el diluvio, también gobierna nuestra barca. Y lo hará hasta que las aguas se retiren, y una nueva tierra se asome por la rendija más alta del alma.

miércoles, 23 de abril de 2025

Dios no es mago

Orar con fe no es pedir magia, es abrir la puerta a las oportunidades que transforman. Porque Dios — al menos como yo lo experimento — no te da todo resuelto, te da el escenario, la oportunidad, la puerta para que seas tú quien la atraviese y te conviertas en quien necesitabas ser para recibir lo que soñaste.

Imagina que un ser querido está atravesando una enfermedad y tú deseas que se recupere rápidamente. En lugar de pedirle a Dios que elimine la enfermedad de inmediato (cosa que no ocurrirá, porque no es mago), puedes orar con fe , confiando en que Dios te dará la fortaleza, la paciencia y la sabiduría para acompañar a esa persona en su proceso de transformación, si viéramos todo como una oportunidad para transformarnos, para ganar y no para perder, si lo viéramos desde la abundancia y no desde la carencia, estaríamos mas agradecidos y en paz, confiados en el proceso, en lugar de desear que termine, como por arte de magia. . La oración confiada puede abrirte a recibir ideas para apoyar mejor, a encontrar recursos o tratamientos adecuados, o incluso a fortalecer tu propia fe y esperanza en medio de la dificultad, a sanar heridas que por mucho tiempo estuvieron sangrando por alguna desavenencia con esa personas o con las personas  que, como equipo están apoyándote. Este tipo de oración no busca que Dios resuelva todo por ti, sino que te prepara para ser un apoyo activo y amoroso, y te ayuda a entender que aun la enfermedad puede ser una oportunidad para crecer en paciencia, empatía y confianza en el plan divino. La fe  te permite aceptar lo que venga, confiando en que, con la ayuda de Dios, tú y tu familiar podrán atravesar esa situación y salir fortalecidos.

La certeza es esa seguridad interior que surge cuando nuestra fe se fortalece a través de la experiencia, la oración y la confianza constante. Es esa sensación de paz y confianza que nos dice  que estamos en el camino correcto, sabiendo que, aunque no todo se resuelva de inmediato, estamos en las manos de un amor superior que nos acompaña y guía y que le sacará el mayor provecho a la misma.

En la práctica, tener fe no significa que todo esté garantizado o que no haya dudas, sino que, a pesar de las dudas o dificultades, confiamos en que Dios tiene un plan para nosotros y que, con su ayuda, podemos actuar en cualquier escenario. La certeza que nace de esa fe nos da tranquilidad y nos permite seguir adelante con esperanza, sabiendo que estamos en un proceso de crecimiento y transformación.

Recuerda que si tuvieran fe como un grano de mostaza — y no hace falta tanta fe, solo una fe sincera encarnada sin temor —, Dios no es un mago que resuelve todo de inmediato. Él es un padre que acompaña, que propone, que te da los elementos y después te dice: “Ahora hazlo tú, que yo estoy contigo”. La fe no es solo pedir, sino confiar en que, con su ayuda, tú tendrás la capacidad de atravesar ese proceso y abrir esas  puertas y convertirte en la persona que necesitas ser para recibir lo que sueñas.

Vivir cada proceso que la vida nos pone en frente con fe en el corazón y certeza en el alma, y verlo como una  transformación, y no desde la carencia, como algo malo que tendrá un desenlace igual de malo, se convierte en una oportunidad para crecer, aprender. Esforzarnos por ser la mejor versión de quienes realmente somos, mejorando en empatía, honestidad,  perseverancia y amor, es un camino hermoso y lleno de oportunidades que nos hará descubrir todo nuestro potencial. Todo eso que no sabíamos que éramos. Toda esa fuerza que no sabíamos que teníamos y todo ese amor que ignoramos.