“Hay un porvenir cuando lo que ahora constituye tu dolor será tu gloria.
Nada más triste para Jacob que la tierra sobre la que dormía con una piedra por
almohada. Era la hora de su pobreza. Era su noche oscura. Era el momento de
ausencia de su Dios. El Señor estaba allí y él no lo sabía. Despierto de su
sueño, descubrió que el día de su prueba era la aurora de su triunfo.
Pregúntales a los grandes del pasado
cuándo empezó su prosperidad y te dirán: comenzó en el frío suelo donde dormí.
Pregúntale a Abraham y te indicará
hacia el monte Moria.
Pregúntale a José y te orientarás
hacia su calabozo.
Pregúntale a Moisés y te mostrará el
cesto flotando sobre el Nilo.
Pregúntale a Rut y te darán deseos
de hacerle un monumento en
los campos donde trabajó con tanto
afán.
Pregúntale a David y te dirá que sus
cantos salieron de la noche.
Pregúntale a Job y te dirá que Dios
le respondió desde un
torbellino.
Pregúntale a Pedro y enaltecerá su
sumersión en el mar.
Pregúntale a Juan y te mostrará el
camino de Patmos.
Pregúntale a Pablo y atribuirá su
inspiración a la luz que lo dejó
ciego.
Pregúntale a uno más solamente, al
Hijo de Dios. Pregúntale cuándo comenzó a reinar sobre el mundo y te
responderá: “Cuando estaba sobre el frío suelo en Gestsemaní; allí recibí mi cetro.”
¡Tú también, alma mía, puedes ser laureada en Getsemaní! La copa que quisieras
pasará de ti, será la que te corone en el dulce porvenir.
La hora de soledad te coronará. El
día de depresión te festejará. Tu desierto romperá a cantar. Los árboles de tu
selva silenciosa son los que aplaudirán. Las cosas postreras serán primeras en
el dulce porvenir. Las espinas serán rosas. Los valles serán montes. Lo curvo
será línea recta. Los surcos serán tierra plana. Las sombras serán resplandor.
Las pérdidas serán ganancias. Las
lágrimas serán peldaños de oro. La voz de Dios en tu noche te dirá: Tu tesoro
está escondido en el terreno donde estas acostado”
Autor: George Matheson citado por Manantiales en
el Desierto.
Reflexionando sobre este relato a todos nos ha tocado
colocar la cabeza en algún duro suelo, reconforta saber que, justo ahí está
escondido nuestro tesoro. Mis hijos,
nietos y yo abandonamos nuestro país, nuestras comodidades, nuestro hogar,
nuestro trabajo, para comenzar de nuevo en otro país, y no todos en el mismo,
unos en Estados Unidos, otros en Argentina, en Chile.
Absolutamente todos redujimos nuestras vidas a escasas 2
maletas de 23 kilos cada una, tuvimos que comenzar y reinventarnos en otras
tierras, pasar por procesos incluso denigrantes, como no recibir la paga luego
de un día de trabajo que hacías, días de caminar repartiendo hojas de vida,
viendo como los pocos ahorros que te llevaste se vuelven ínfimos, títulos
engavetados para hacer aquello que nunca imaginaste, cuando te paraste en ese
pódium a recibir los honores académicos. Tener que repartir más de doscientos
paquetes diarios para ganarte el sustento. Aceptar una paga injusta por no
tener el permiso de trabajo. Y no se trata de que tu oficio ahora signifique
menos, es solo que debiste dejar de lado las expectativas, planes y metas que,
tenías hasta ahora y para lo que creíste que habías nacido.
Pero Dios siempre estuvo ahí, a tu lado, viendo esa
metamorfosis que sufrías de la que saldrías fortalecido y con una nueva vida,
comprobando que cuando pasas por terrenos complicados él ha hecho brotar agua
de tus desiertos, haciendo un hermoso estanque y cuando en ti todo era
sequedad, lo convirtió en manantial.
Dios estuvo todo el tiempo con tu recompensa en la mano,
para entregarte tu trofeo, esa, tu nueva vida en cualquier lugar que estés,
porque él no creo ningún límite y ninguna frontera, donde quiera que estés te
permitirá florecer.
No tuviste de otra que levantarte y accionar tu fe,
basada en pruebas y recibiendo eso que siempre te ha dicho que obtendrás si
eres fiel, “Siervo fiel, en lo poco me fuiste fiel, en lo mucho te pondré “Solo
era cuestión de tener una conducta, que manifiesta, que no solo crees lo que él
ha prometido, sino que lo accionas, accionas esa fe que para nada es ciega...
Y cuando pases por terrenos complicados tienes ahora la
seguridad de que juntos puedes manejar cualquier situación, las experiencias de
enfrentar con éxito los tiempos difíciles, hace que cada vez que mires atrás,
solo pueda ver cómo Dios te ha ayudado en las tormentas y como has salido
airoso.
Ese duro suelo donde dormiste definitivamente escondía
bajo tu cabeza tu gloria futura, ese lugar en el que ahora estás u el que
irremediablemente llegarás algún día
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