¡Aguanta un
poquito más, que ya vendrá el alivio! Cuando mires hacia atrás te darás cuenta
de cuántas bendiciones te ha dado el Señor y cobrarás fuerza en tu andar para
seguir luchando. El agradecimiento te llenará de gozo y entenderás que Dios
estuvo todo el tiempo a tu lado y te sostuvo de la mano en los tiempos más
difíciles.
Aprende a
confiar en la palabra de Dios. Porque “es imposible que Dios mienta, recibimos
un firme consuelo quienes hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado
en la esperanza que él nos ha dado. Esta esperanza mantiene firme y segura
nuestra alma ...” (hebreos 6,18-19).
Pase lo que
pase, aunque las circunstancias sean adversas y la promesa pareciera nunca
llegar, debemos decir “Dios está haciendo algo” y llegará el momento en que
esto “Terminará” y podré experimentar sus promesas en mi vida. Todo pasa y esto
de ahora también pasará.
Imagino que
Daniel le diría: “Señor yo sé que estás ejecutando un plan, pero no entiendo
este cambio, necesito la perspectiva divina”, por eso miró las escrituras, para
ver cuál era la visión de Dios de las cosas. “Necesito que Dios me revele lo
que está haciendo” no se conformó con su visión desoladora.
Cuando Jesús
marchaba con sus Discípulos y les decía es necesario que el hijo del hombre se
muera que resucite al tercer día, y sale Pedro y dice, No permitas que tal cosa
te suceda y Jesús le dice, apártate de mí Satanás. Jesús tenía la perspectiva
divina de su sufrimiento.
Aunque nos
duela el sufrimiento, la perspectiva divina nos da la capacidad de avanzar. Si
estamos todo el tiempo quejándonos, es porque tal vez no tengamos la
perspectiva divina en nuestra vida.
Tengamos, pues, paciencia, como el
labrador que espera recoger la preciosa cosecha, que tiene que aguardar con
paciencia las temporadas de lluvia” (Santiago 5,7-8).
Dios nos
ayuda a sobrellevar la carga.
Ten en cuenta
la perspectiva divina: “Pide, y Dios te
dará, busca, y encontrarás; llama a la puerta, y se te abrirá. Porque el que
pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre” (Mateo
7,7-8).
Aprendí a
diferenciar entre las perspectivas; la humana y la divina. Leyendo a Habacuc que
también aprendió esa lección. Cuando miró la vida desde un punto de vista
terrenal, le pareció que Dios era indiferente ante la maldad que invadía a la
sociedad (Habacuc 1:2-4). Pero el Señor le dio una perspectiva divina y le
mostró que la vida es más de lo que parece. Las
acciones de los seres humanos no pueden desviar los propósitos de Dios (2:3).
Ante cada
situación de duda, de pesar, de sufrimiento, siempre busco su perspectiva, la
divina, no es fácil, guiarse por lo divino, lo sobrenatural, pero es lo que me
da paz. Pienso Dios está haciendo algo y ese algo será para mejor y eso me ayuda
a estar confiada mientras se calman las aguas y ciertamente, al final ocurre el
milagro, siempre es para bien.
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