El
dolor no se minimiza enfrentándolo, no cesa llorando. Es un malestar gradual que pone en
juego conceptos como la desesperanza, la frustración, la rebelión, el malhumor,
la inquietud, la incomprensión. Este dolor no se calma. Es un proceso que está
ahí, que sigue, pero que si no se controla te orilla irremediablemente a la
incomprensión de tu situación y a acciones no siempre buenas. El dolor es una realidad
tan evidente como el amor, tan plena y profunda como el querer a alguien.
El peor dolor
al que he tenido que enfrentarme en mi larga vida ha sido el de la enfermedad y
partida de mi nieta Ariadna. Un día cualquiera le apareció un pequeño bulto
debajo de las costillas, esa pelotica convirtió su vida en constantes visitas
al médico, exámenes, imágenes, cirugías, tratamientos. En su larga estancia en
el hospital las rodeaba gente con otras cirugías, otros tumores, otras edades,
lesiones similares a las de ella, que irremediablemente te hacían entrar en el
juego de la comparación. - ¿Cuánto tiempo llevas?, ¿Qué te paso?, ¿Te ha funcionado?
-
Enseguida se
coló por un huequito la desaliento y cuando la desesperanza aparece en la vida
hay pocas cosas que te pueden ayudar, la mayoría de las cuales no logran
reanimar el espíritu. Cuando en cuestión de minutos caes en cuenta de que tu
vida, tan llena, cambia de manera abrupta para dejarte en un sinsentido
aparente, ¿a qué puedes recurrir? Al perder el rumbo de la vida, tan
perfectamente organizado y dirigido, por tus intereses personales, por la
imposición de un mundo que nos somete a sus exigencias superficiales, y tener
que enfrentar una realidad que nunca pensaste vivir ni en la peor de tus pesadillas.
Con este
testimonio específico me queda muy claro que la Fe y la oración son los ejes
que mueven verdaderamente nuestras vidas, son éstas quienes se mantienen
fielmente a tu lado y son quienes te reconfortan y te dan las fuerzas
necesarias para salir adelante de la pesadilla que con ninguna otra “ayuda”
podrías haber superado.
Sin embargo y
para nuestra fortuna, tanto la fe y esa amistad íntima con Dios, que es la
oración, no la venden en ninguna tienda, solo se consigue con la perseverancia
diaria y con el convencimiento de que es Dios nuestro Señor, el verdadero
camino para resistir y para decidir avanzar a pesar de. Es necesario dar el sí,
un sí lleno de compromiso para poder descubrir el amor incondicional que nos da
a todos pero que no todos vemos o no queremos ver por distintas circunstancias.
Un sí que implica constancia y aceptación de su voluntad, un entregarnos en las
manos de nuestro creador y que conlleva a un “hágase en mi según tu palabra” y
actuar en consecuencia, con la confianza que un hijo le tiene a su padre, sin
más cuestionamientos.
Es una
lección difícil de olvidar una vez que lo has vivido, si lo pudiéramos entender
sin que nos suceda ningún percance, nuestras vidas y nuestro mundo serían muy
distintos.
El desarrollo que quiero hacer de estos
sucesos, va dirigido a una sola interrogante, ¿El porqué de un evento tan dramático?
No es lógico, ni humano, ni justo en toda la extensión de la palabra, vivir un
evento tan traumatizante y no poder sacar conclusiones concretas para aplicar
en la vida y más injusto si esas conclusiones no las transmites a otros, es por
eso que hoy a años de estos eventos decidí escribir esto, tratando de entender
los mensajes que Dios quiso expresar en su singular y misteriosa pedagogía de
vida.
Convencida de
que una fuerza sobrenatural es el orquestador de nuestras acciones y por muy
independientes, seguros y confiados que estemos en nuestras vidas, existen
situaciones que por más preparados, si no reconocemos la autoridad y
magnificencia de Un Todopoderoso, nos vamos a derrumbar y todas nuestras
seguridades y garantías de bienestar se desmoronarán cayendo en la vorágine de la desesperanza y
frustración del vernos impotentes e
incapaces de enfrentar la situación por nosotros mismos.
“Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece” como Pablo, ese ha sido una de las máximas
que ha marcado este camino para mí, para mi hija y mi familia. Si no llegamos
al punto de reconocer nuestra miseria física y entendemos que por mucho que
ahondemos en la ciencia y las seguridades que el Mundo nos ofrece estaremos
completamente vulnerables a los reveses del destino y no seremos capaces de
enfrentar los misterios que nos guarda la vida, no vamos a poder con su penosa
carga. En minutos todo te puede cambiar, las ideas que pasan por tu mente
pueden adoptar una nueva perspectiva repentinamente.
¡Qué
contrastes!, Cómo cambian los horizontes de un minuto a otro. Hoy tienes todo y
mañana no, y solamente con este sentido grave de temporalidad, de instrumento,
de administrador de los bienes recibidos, pero no dueño, solo así, puedes
encontrar respuestas más concretas y validas en la vida.
Debo
puntualizar que la relación con el Todopoderoso, no es de – me hiciste, ahora
te hago -, ni tampoco de castigo o incluso como algunos lo proponen de fichas
de ajedrez donde Dios se divierte con nosotros en el juego de la vida. La
concepción de Dios hacia nosotros los hombres es de hijos y padres y el
denominador común es el AMOR, y por descabellado que suene, lo de mi nieta fue
una muestra infinita de amor.
Hay que estar
atentos a la gracia que tenemos. Es imprescindible que enumeremos todo lo que
Él ha querido que administremos, salud, trabajo, amor, y una vez reconocido
agradecer. A todo esto, le debemos incluir el ingrediente de temporalidad
dirigiéndonos al Cielo con un rezo similar a esto. Sí, Dios mío, tengo los bienes,
pero solo mientras Tú quieras que los administre, si en algún momento tengo que
perderlos, dame la fuerza para seguir.
No creo que estuviera mal lo que yo hacía con mi
familia. El punto que creo había omitido, al menos yo, era el creerme garante
de todo y de todos. Yo garantizo que todo estará bien, yo garantizo la comida,
la ropa limpia, el cariño…y no, no era así, a pesar de mis presumidas
garantías. ¡Zas ¡pasó, ¿En qué momento me descuide? ¿Qué hice mal? en ningún momento, no hice nada mal, salvo el
creerme la garante de todo, omnipotente. Y es que resulta que definitivamente
nada depende de mí, sino del creador y su perfecta voluntad.
El practicar la humildad en la vida cotidiana
entendiendo que soy afortunada en poder decidir una u otra cosa, y entender que
no dependen de mis los resultados sino más bien saberme la administradora.
Cada vez que
me refería al milagro de las cirugías del Dr. Castellanos en mi nieta, y cómo
había salvado su vida en tres oportunidades mi hija me corregía, “Dios mamá, no
el doctor” Finalmente lo resumí en el sentido de administradores, entendí la
indiferencia que le da a Dios a los protagonismos. El Doctor Castellanos fue el
administrador de esa gracia de Dios, el fungió como el actor de ese milagro
cuyo guion fue obviamente de Dios.
La terapia
intensa durante incontables meses, años que tuvo que soportar mi nieta y por
ende mi hija, fue una escuela de enseñanza. El dolor, la incomodidad y el yugo,
solo lo llevaron ellas, su realidad no se compara con la de ningún otro, no se
mide con la de nadie porque el dolor es como el amor, exclusivo para cada
persona, ¿el dolor la quimio?, ¿Es bueno este doctor? -, y empiezas a echar
culpas a incompetencia médica y a agentes externos que no puedes controlar.
Pero la
situación común que tiene el dolor físico como el dolor racional es la
desesperanza.
Nada tiene comparación con el hecho de sobrellevar un
dolor del alma, una angustia de no entender el futuro, una llaga supurando al
no tener esperanza. El dolor físico es algo puntual, el dolor del alma es y no
es al mismo tiempo. El dolor en el espíritu enajena, te deja completamente
desarmado porque no sabes contra que estas luchando. El dolor de tu esencia es
una derrota anticipada que comienza con el final.
Con estos
agravantes que padecían mi hija y mi nieta, comenzó una experiencia rica y
apasionante de nuevos conceptos, claros y lacerantes como agujas incandescentes
que me enseñaron a entender la vida con otra perspectiva más sabia. Con el
dolor a cuestas puedes ver cuán débil y miserable eres, entiendes la ficción
del bienestar comprendiendo el malestar, viendo que el sentirse bien es la
ausencia de dolor y lo que realmente existe y evidencia tu realidad es la
proporción de dolor en tu vida. Al dolor se le lleva a cuestas y lo entiendes
solo cuando lo puedes elevar.
Lejos de entender el dolor como algo que te hace menos y
del cual no puedes sacar conclusiones sabias en tu vida. Lejos de hacerlo a un
lado y evitarlo a como dé lugar, Mi hija me enseñó que en el dolor hay
respuestas muy profundas a todos los acertijos de la vida y, compensa la
balanza tan gravemente decantada por el bienestar y el placer instantáneo.
La felicidad
cuesta, está compuesta de entrega y dolor y no podemos descomponer el binomio
porque el resultado no sería el mismo. Estamos nerviosos buscando la
erradicación del dolor, de saltarnos ese aderezo y aun así disfrutar la
ensalada.
Seguramente
sonara ambiguo y hasta sin sentido muchas de mis posturas aquí descritas, sin
embargo, ver el dolor de esta manera enriqueció mi vida y dio un sentido a mis
sufrimientos.
Recuerdo que cuando comenzó todo, muchas
personas al enterarse de la condición de mi nieta y enfrentarse al panorama
nada promisorio, lejos de animar a mi hija, se ponían a llorar desconsolados y
en ese momento quien fortalecía y animaba a todos era precisamente mi hija. Los
invitaba a que tuvieran Fe y que el resultado pues era lo de menos, la entrega
ya estaba hecha.
La lección
aquí es clara, reconocer nuestra categoría de hijos de Dios y nuestra miseria
como promotores de nuestro destino. Sentir tristeza o congoja es relativo,
porque eso es un estado de ánimo, pero la confianza de que se ha hecho lo
correcto, esa tranquilidad, solo se puede con la Fe. Recuerdo las palabras de
mi hija mientras mi nieta estaba en el quirófano “Señor, tú ya proveíste el
cordero” ella estaba segura que el cordero no sería su hija, yo por mi parte
estaba tranquila, sabía que se haría su voluntad y ese sentimiento nunca me
llenó de angustia, sino todo lo contrario de esperanza. No cabe duda que la
práctica hace al maestro, y el terreno de la Fe y la renuncia es igual de basto
como pudiera ser cualquier otro.
Muchas veces
creemos que el protagonista es el que sufre más, el que se lleva las lecciones
de vida y absorbe unilateralmente las gracias, sin embargo, en eventos como
estos hay múltiples enseñanzas, recuerdo las palabras del doctor, respondiendo
a su ciencia nos regaló una detallada descripción de lo sucedido en el
quirófano. Se tenía una ruta trazada para abordar el tumor y lo que se hizo fue
algo completamente diferente, no por falta de profesionalismo sino más bien por
algo sobrenatural. Cuenta como sentía que las manos eran dirigidas por Alguien
más, que las instrucciones brotaban en el momento firme y claro, no
preconcebido no obstante adecuado y exitoso. Un hombre deslumbrado por el
conocimiento, la ciencia y entregado al oficio más reconocido de la humanidad,
percibió un mensaje de Fe y según nos contó luego esto marcó su vida.
Sabemos que
Dios no habla, no se sienta contigo a tomar un café y charlar de forma
interactiva como lo haría cualquier amigo. Dios escogió un lenguaje
infinitamente más rico y pleno, un idioma que abarca los cinco sentidos a la
vez e incorpora un sexto que integra y armoniza el mensaje. El alma es el
recipiente donde bebes el agua que de otra forma se te cuela por los dedos. Los
mensajes de Dios son tan claros como tu propia existencia. Dios grita en
susurros, constantes y repetitivos todos los instantes de la vida.
Con estas
experiencias empiezas entonces a encontrarte sorprendiéndote de lo grande que
eres cuando eres generoso, cuando das lo que más cuesta, cuando vas más allá,
cuando renuncias a ti mismo y te abandonas en Él. Llegas a capitalizar la
importancia única e intransferible de tu misión en la vida.
Uno de los grandes
pilares a los cuales tuve que aferrarme, que me llenaron de luz y esperanza
para sobrellevar esta situación y que Dios puso desde siempre en mi camino, fue
la cantidad de seres queridos que estuvieron a nuestro alrededor. Y ahí es
donde me cuestiono ¿Quiénes son los verdaderos millonarios en este Mundo?,
definitivamente aquellos que tienen familia, amigos y que cuando necesitas de
ellos están prestos a demostrarlo.
Otro ejemplo
claro fue la gran solidaridad que se mostró con cadenas de oración, y demás
demostraciones de Fe que existió alrededor de mi nieta en todo el mundo. La
solidaridad, el cariño y la abnegación de mis seres queridos, cuando los
problemas nos nublaron el horizonte y mermaron la esperanza fueron un abrazo
fraterno y el canal para encontrar la luz. Las acciones que no se dijeron, pero
algún día se descubrieron y se presentaron más nobles y frescas que en el mismo
momento de realizadas, o simplemente el estar, dan una fuerza impresionante que
te invita día a día a salir adelante.
Estas
acciones no solo sacan como fruto vencer el problema inmediato, sino que
generan otra reacción importantísima para poder ser consecuente con lo
recibido. Esta es la responsabilidad de decirlo, el compromiso de gritar a los
cuatro vientos que tú, que hoy lees esto, fuiste decisivo en este proceso que
nos tocó vivir y que estamos en deuda moral contigo. Entendí con todo este
proceso el misterio del dolor y la desesperanza como luz, para encontrar el
verdadero camino.
Tú entorno, la
gente que te rodea como instrumento de apoyo, consuelo y compromiso. Y por último
que no somos garantes de nada, no somos los que garantizamos el futuro de
nuestros hijos, ni los que les evitamos nada ¿O sí? no, claro que no, porque no
somos omnipresentes, ni omnipotentes no somos Dios.
Mi nieta partió, luego de haber permanecido en remisión
un buen tiempo, sucumbió ante una epidemia de Salmonella, que, aunque activó el
tumor de nuevo, fue ella y no el tumor quien tuvo la última palabra, nos
cuidábamos de un tumor, batallábamos con él y de pronto se coló una
insignificante intrusa y terminó con su vida física.
La respuesta a esto, no la tengo. Solo Dios sabe por qué
y para qué, yo solo sé que tengo una hija fortalecida, que pasó por un dolor
que solo el que lo sufre puede dimensionarlo, es un túnel oscuro que pasó sola,
sin la compañía de nadie, no es posible por más buenas intenciones que
tengamos, acompañarla por ese angosto y agónico camino. Lo bueno es que al
final encontró la luz.
No solo mi hija, la familia toda se fortaleció, se unió
más, valoró más los encuentros, los abrazos, el estar presente y sobre todo lo
necesario e imprescindible de contar con el amor y la compañía de Dios en todo
momento.
Quisiera decirles que, si creen en Dios, nada malo les
va a suceder, que no tendrán pérdidas ni sufrimientos, pero no es así, lo que
si puedo decirte es que en todas ellas estará contigo, te va a fortalecer, que,
sin él, quedarás a mitad del camino y tal vez no logres atravesar el túnel.
Lamentablemente, el sufrimiento es parte de la
experiencia humana. Las pérdidas son parte de la vida, y la aflicción es una
respuesta natural a la pérdida. Pero tenemos la esperanza de Dios, y sabemos
que Él es lo suficientemente fuerte para llevar nuestras cargas. Podemos
entregarle nuestro dolor porque Él cuida de nosotros. Podemos encontrar
consuelo en el Espíritu Santo, nuestro Consolador.
Aprendí con esta experiencia que ningún ser humano,
llámese médico, o madre en mi caso, puede garantizar nada, Dios es el garante
de la vida y yo solo soy el administrador.
Que el sufrimiento es un misterio, que no nos ha sido
revelado, pero que es más fácil pasar por él de la mano de Dios, cualquier cosa
que diga será dudoso; que si son pruebas, que si el sufrimiento es para
fortalecernos, que si Dios lo permite, o si lo causa. No me pertenece la
verdadera causa del sufrimiento porque simplemente es un misterio, solo me ha
sido revelado que es con sus fuerzas que puedo seguir de pie.
No tiene explicación humana el que una niña sana, que
solo quería vivir y ser feliz, tuviera que pasar, por tanto. Que una madre
feliz con su princesa tuviera que verla padecer de la manera más cruel que
pueda existir, ¿Tendría esto una explicación racional? No, no la tiene.
¿Permite Dios, pudiendo impedirlo que cosas como estas sucedan así sea para
glorificarse? No, tampoco lo creo, creo que él sufrió junto a sus hijas.
Lo que si pude ver fue como Dios actuaba, pude sentir su
presencia en todo momento, lo vi en el testimonio del médico, contando como
Dios dirigía sus manos en la cirugía y lo conminaba a hacer cosas que no había
pensado hacer, por ejemplo. Pude ver en el sufrimiento ese mensaje de
compasión. Vi la compasión en acción, tantísima gente desbordada a esta causa.
Vi mensajes de unidad, pues fuimos todos uno alrededor de su sufrimiento, tanta
gente alrededor del mundo unidas en oración. Un evidente mensaje de consuelo,
fuimos consolados por él y consolamos a otros, lo que nos permitió avanzar y
estar hoy día de pie y reconfortados.